Reproduzco unas notas de mi diario. Solo han transcurrido tres años y no recuerdo lo que cuentan.

25/8/2008, 21:30, Restaurant de L’arquebuse, La Broche (Ginebra)

Menú con cordero y una copa de vino Pourquoi Pas
Un sitio atractivo, aunque me extraña que solo estén ocupadas cuatro mesas y haya tanto ruido. Hubiese jurado que era algo impensable en este país. Al menos esa idea me formé en mi anterior visita, ¿en 1992?
La principal sorpresa de volver a Ginebra es que apenas la recuerdo; el Jet d’eau, los muelles y unas pocas postales desenfocadas más. Es como si nunca hubiese estado en estas calles, sino en otras pavimentadas de sueños que apenas guardan semejanza.
Yo había cerrado Ginebra. Tenía la certeza de que no volvería. Al fin y al cabo, hay mejores ciudades a las que regresar. Y ahora podría estar en cualquier otra parte diciendo que una vez estuve aquí, sin saber que este es el único lugar donde puedo descubrir que no estuve.
Pido otra copa de Pourquoi Pas? La camarera pregunta sonriente, por segunda vez, si deseo postre. Se produce una salpicadura de vino al servirlo y tres gotitas caen sobre el cuaderno. ¿Podré retener la ciudad impregnada en mi diario?
Aunque sé que no funciona, hoy hice algunas fotos. Son mejor que nada, pero se convierten rápidamente en imágenes ajenas, y cuando sales en ellas, no eres tú, es alguien más joven, un sobrino al que no conoces, o una broma pesada que viste y peina como tú nunca lo harías. Aquel que estuvo en Ginebra, se perdió, como la ciudad. No hay nostalgia en esto; está mejor en la sombra.
Mientras trato de recuperar cuando estuve, temo estar perdiéndome el presente. Vamos, estás pasando una buena noche. Te resarce de estos meses de sequía, de la desazón de creer que no sirves para escribir. En cuanto a la memoria… En ella sabes lo que hay, aunque difiera de la realidad. En el olvido, sin embargo, habitan muchas más cosas que no controlo; millones de momentos, miles de películas y libros de los que ni siquiera recuerdo el título. En el olvido está todo.
Escribo y recupero lo olvidado, aunque luego no pueda identificar en mi ficción de dónde surgió la idea de que el protagonista dejara caer tres gotas de vino sobre su diario. Después de todo, ¿qué sería de nosotros si no tuviésemos algo por resolver?