Alberto GiacomettiLas famosas esculturas de Alberto Giacometti provocan una emoción íntima. Esas ahiladas figuras que definen la parte más conocida de su obra recuerdan, en su estiramiento, a algunos personajes de las pinturas de El Greco (como en Gran cabeza delgada, 1954); en su oscuridad de bronce, a sombras que se yerguen y sustituyen al cuerpo que las proyecta; en su cualidad de depósitos acumulados, a los pináculos que los niños levantan en la playa estrujando arena empapada.
La espontaneidad que transmiten es falsa. Su autor no llegó ahí de forma repentina. Son obras de los años 50 y 60. Antes hubo muchas otras. Ejercicios surrealistas, como la mujer cuchara, o cubistas, hechos con yeso o bronce.
Eso es lo que permite apreciar una retrospectiva: la evolución del creador.
También invita a interpretar los motivos recurrentes. ¿Por qué el hombre es representado caminando y la mujer siempre aparece firme y estática? ¿Por qué cuando los mezcla en una misma obra, ellos son bustos y ellas permanecen erguidas sobre sus pies?

Es fascinante ver juntas algunas de sus obras para compararlas. En El claro (bronce, 1950) estamos convencidos de que todas esas hebras que se elevan son mujeres. Y en El bosque (bronce, 1950) a las siete hebras femeninas añade el busto de un hombre, ¿un observador incapaz de distinguir el árbol en ese bosque?
La composición de busto masculino y figura erguida femenina se repite de forma muy alusiva en La jaula (bronce, 1950). En la primera versión de esta obra, las manos de ella están amarradas a dos de las cuatro columnas del cubo que encierra a ambos personajes. Parece encadenada a las columnas del dosel de una cama mientras el busto del hombre la mira desde atrás. Sin embargo, en la versión final de la obra, ella aparece con los brazos pegados al cuerpo, firme, también de espaldas a su observador. La base del conjunto es mucho más alta y ya no recuerda a una cama, es una mesita sobre la que los personajes están fijados dentro de los trazos del cubo. Ahí, ni ella ni él parecen poder escapar. El autor decide librarse del gesto sumiso de la primera versión y apoya así el diálogo entre ambas figuras. Al prescindir de lo evidente, el resultado es mucho más inquietante.
Muchas otras sorpresas depara la muestra: los pequeños bustos sobre una base mucho mayor (entre ellos, el de Simone de Beauvoir), El perro (bronce, 1951) o uno de sus cuadernillos de dibujo, con apuntes y esbozos, ofrecen más ideas sobre las que escribir, único medio de ordenarlas y poder pensar sobre ellas.
La retrospectiva de la obra de Giacometti que se exhibe en el Museo Picasso Málaga hasta el 5 de febrero de 2012 es una ocasión única de encontrarse con las propuestas de este genial artista. No se la pierda.

 

Fotografía del artículo:

Alberto Giacometti. Una retrospectiva. Colección Alberto y Annette Giacometti, París
©Museo Picasso Málaga, 2011
©Fondation Giacometti, Paris / Succession Giacometti, 2011