¡Los bancos solo le dan dinero al que tiene! Me increpó una alumna mientras impartía una clase de productos financieros especiales en cuarto de  administración de Empresas. Sí, correcto, le contesté al instante. ¿Alguien pensaba lo contrario?

Piense por un momento que va usted a comprar leche a un supermercado. Cuando llega el momento de pagar, le dice a la cajera que no tiene dinero. Lo normal es que la cajera le mire con cara de no-estoy-para-perder-el-tiempo. En ese momento le pregunta usted: ¿es que los supermercados nada más que le dan leche al que puede pagarla? Si usted no es Sánchez Gordillo, seguramente le invitarán a irse con la leche, pero de las malas.

Los bancos no son más que empresas con ánimo de lucro, disculpen la obviedad. Es decir, sociedades anónimas sustentadas por un accionariado cuyo único y legítimo objetivo es obtener rentabilidad de su inversión. Para el responsable de conceder un crédito en una entidad financiera, la única premisa es tener la certeza de que el dinero prestado más el interés pactado se va a cobrar. Así de simple, sin nombres, proyectos, ni cuentos lácteos.

¿Cómo se puede saber si se lo van a conceder o no? Pues comprobando que cumple tres solvencias: solvencia moral de pago (si hasta la fecha ha cumplido sus compromisos de pago), solvencia económica (si genera dinero para pagar la cuota), solvencia patrimonial (si ostenta garantías suficientes para pagar en el caso de que lo anterior falle). A esto último, algunos precavidos departamentos de riesgo lo denominan “Segunda salida”. Si a usted le falta alguna de estas tres patas, la mesa se cae. No busque más razones.

Sería interesante que los bancos financiaran proyectos promovidos por jóvenes sin garantías, por ejemplo. O que se pudiese incrementar el crédito a empresas que han perdido la capacidad de pago y necesitan salir del bache. Desengáñese. Los bancos no son ONGs. Para eso está el Gobierno, al igual que lo está para distribuir la riqueza, financiar la sanidad y la educación, financiar la cultura y demás cuestiones olvidadas (disculpen la obviedad).

Como se ha comprobado, los departamentos de riesgo de un banco son un modelo de escrupulosidad. Ojalá lo hubieran sido en los años previos a la crisis. Porque de otra manera, algunos de ellos no se habrían visto en la humillación de acudir, como un ciudadano más, a la puerta de un banco para solicitar un crédito con el que cubrir sus desfases, aplazar los pagos, comprar confianza. Cuando el sistema financiero privado (que a grandes rasgos funciona igual que una entidad bancaria) deniega la concesión de riesgo por considerar que ese banco no cumple con alguna de las tres solvencias, el pobre banquero se ve obligado a llamar a la puerta de los gobiernos. ¿No habíamos quedado que los bancos no son ONGs?

De igual forma que los bancos han de ser escrupulosos en la concesión de sus riesgos, los gobiernos habrían de serlo en las ayudas a esas empresas con ánimo de lucro. Si usted no ha sabido administrar sus recursos, páguelo. ¿Le suena? Sí, es lo mismo que le dijeron en su banco el día que pidió un aplazamiento de su hipoteca.

Es obvio que los gobiernos han de velar por el buen funcionamiento de las instituciones financieras, pero ese control debe ser a priori, con medidas preventivas y con el menor coste para el ciudadano. Nunca se debería haber permitido ayudar a bancos que en ningún caso son propiedad de los gobiernos y que, tras obtener dicha ayuda, han socavado la competitividad de otros bancos que sí hicieron bien su trabajo.

La misma alumna me recrimina ahora: ¿pero está usted diciendo que no habría que haber ayudado a los bancos en peligro? No, no es eso. Pero el gobierno debería haber actuado como si los ciudadanos estuviésemos detrás de la mesa, analizando si va a recobrar la deuda con las debidas garantías y cobrando un tipo de interés acorde con el que está pagando el ciudadano por la deuda externa que contrae el país para financiar su déficit público.

Buenas tardes. Buenas tardes. Venía a ver si me podían dar un préstamo para cubrir unos agujerillos. ¿De cuánto estamos hablando? De unos cuarenta millones de euros. Veamos, ¿cumple usted con las tres solvencias? ¿Cómo dice?