La poda

de Javier Ximens (http://ximens-montesdetoledo.blogspot.com.es/)

Tumbado en la camilla del podólogo.
—Han sido muchos años subiendo y bajando ladrillos, no es de extrañar que las uñas, como la vida, me hayan lacerado el cuerpo. Claro que ahora ya tengo tiempo para cuidarme. He cumplido los 55 años. Me han echado de la empresa para que pueda «desarrollar la última etapa de mi carrera profesional en nuevas oportunidades de negocios», me dijo el jefe. El psicólogo me ha animado a realizar «todo aquello que deseé y no tuve tiempo para hacer». Me alegro de que hayan retrasado la edad de jubilación, así podré estudiar arquitectura, encontrar trabajo, ganar dinero, construirme una casa con cuatro viviendas, la planta baja para mi mujer y para mí (pensando ya en la vejez), el resto para cada uno de mis hijos. ¿Sabe?, ahora vivimos todos, con los yernos, nueras y nietos en el piso que heredamos de mis suegros…
—Por favor, ponga los pies sobre la tierra…, perdón, quiero decir en el suelo —dijo el anciano doctor en prácticas.

Vuelta al cole

de Raquel Vázquez (http://nieblaeterna.blogspot.com.es/)

Distraída como estaba, casi no lo ve entrar. Pero lo vio, no había duda, era él, con un rostro carcomido donde resaltaban dos ojos cansados, añorantes de la visión vivaz del mundo a través del parabrisas de un impecable BMW blanco. Al unirse dubitativo a la cola, no se advierte aquella arrogancia con que daba órdenes a empleados como ella, la indiferencia con la que, desde la implícita seguridad de director ejecutivo, les daba las gracias y un sarcástico «siempre recordaremos tu paso por aquí», mientras se regodeaba en un portazo que rezumaba herida, consciente de que en estos tiempos apenas existen nuevas oportunidades de trabajo para detener la hemorragia.
Y ahora es él quien sangra, piensa mientras lo ve detrás, esperando también su turno. Lo piensa pero esa idea se va manchando según renace en su gesto una impaciente petulancia con la que llama a un encargado del INEM, para intentar conseguir, mediante la misma discreción que le valió para medrar en la empresa y en sus bolsillos, pasar por delante. Así que no aprendió nada, se lamenta, aunque al menos complacida de que la suya fuera una protesta más para retornarlo a su sitio, donde, si hay algo que sobre, es tiempo y silencio para interiorizar al fin la lección.