Pequeños detalles

de Gatoto

Bueno, parece que esto empieza a hacer efecto. Cuando el de la farmacia me recomendó estas pastillas no me lo podía creer, me sonaba a ciencia ficción, pero ahora no; ahora que empiezo a notar los primeros cambios en mi cuerpo, creo que conseguiré lo que me propuse hace unos meses. Estas pastillas son impresionantes, cada vez me siento más pequeño, me miro en el espejo y mido la mitad que hace unas horas, voy decreciendo por segundos. Al fin he resuelto mi problema de espacio, he encontrado la respuesta a mi necesidad de habitar una vivienda digna. Ahora con mis 10 cm de altura quepo perfectamente en la casa de muñecas que me compré hace un mes; una preciosa mansión victoriana a escala y equipada con los últimos avances tecnológicos.

El increíble hombre menguante (Escena de la película)

El increíble hombre menguante (Escena de la película)

Adivinanza

de Miguelángel Flores

 

Banco de imágenes del CNICE. Consultar tipo de licencia para su uso en mediateca.educa.madrid.org

Banco de imágenes del CNICE. Consultar tipo de licencia para su uso en mediateca.educa.madrid.org

Este banco está ocupado por un padre y un hijo. Llevan toda la mañana cabizbajos. Permanecen muchas mañanas así, sin hablarse apenas. El padre se llama Juan y tiene cincuenta y tres años. Llevaba trabajando desde los catorce. El nombre del hijo ya te lo he dicho, pero eso es lo de menos. Tiene veintiocho años, una hija de cuatro y una hipoteca de treinta.  Hay junto a ellos un periódico local abierto por la página de empleo. El resto puedes adivinarlo.

La vieja alcancía

de  Ignacio López Soriano

Cuando supo que sus días estaban contados, el abuelo Anselmo me regaló una gran hucha de barro cocido y me dijo:

     −Este tesoro es para ti. Guárdalo en sitio seguro y prométeme que solo lo usarás cuando no puedas vivir sin él. Antes de romper la alcancía debes haber agotado todas las demás posibilidades.

Así juré hacerlo. Por eso, cuando compré la Vespa, esperé a tener ahorrado el puñado de pesetas que necesitaba. Lo mismo ocurrió cuando quise llevar a la familia a lomos de un “dos caballos”. Para el piso tuve que recurrir a una hipoteca con leoninos intereses que obligó a trabajar incontables horas robadas al sueño, a hacer números durante largos años. El tesoro vino muchas veces a la cabeza, pero consiguió salvarse.

vieja alcancía

Ahora, cuando tengo la edad del abuelo Anselmo y pensaba recorrer seguro el camino que me queda, unos personajes trajeados con sueldos indecentes dicen que he vivido por encima de mis posibilidades y condenan a mis hijos y a mis nietos a una existencia que ya creía olvidada. Ahora, cuando mi pensión resulta absolutamente insuficiente para levantar el peso de una familia que se ahoga en el paro, he acudido a la vieja alcancía. Entre sus trozos de barro solo han aparecido antiguas chapas de cerveza, rancias chapas que colgaron de un salchichón… El abuelo, confiando en mí, solo me dejó el tesoro de una ilusión. Él tampoco imaginaba que, muchos años después, algunos vendrían a hacer añicos hasta las más pequeñas ilusiones.

La cita

de Siro Robles

Pintura de Zdzisław Beksínski_www.beksinski

Pintura de Zdzisław Beksínski en www.beksinski.pl

Ya frente a la puerta, te giras y miras la casa por última vez. Sigues pensando en ella como “tu casa”, aunque ahora sabes que jamás fue tuya. Ahí está el cuadro que trajiste de Londres, el sillón heredado de tu abuelo, la estantería repleta de libros. Piensas que quizá deberías ordenarlos antes de partir. Siempre decías: “De hoy no pasa que ordene los libros”. Pero los libros tienen voluntad propia y pronto uno de ellos te doblegaba, te convencía de que era mejor sentarte en el viejo sofá y dejar pasar la tarde envuelto en el hechizo de sus páginas. Ahora vuelven a tentarte, pero estás decidido. Miras el reloj: es la hora. Dices “adiós” y al punto estás en la azotea. Sabes donde situarte, nada de lo que vas a hacer es improvisado. Te asomas hacia la calle en el lugar preciso y compruebas que él está donde esperabas. Te alzas sobre el pretil. Calculas el ángulo exacto. Entonces saltas y en tu caída oyes que alguien grita. Él levanta la mirada y el miedo le paraliza. Pero tienes suerte. Cuando la sombra de tu cuerpo oscurece ya su figura y puedes ver tu reflejo crecer en sus ojos desorbitados, él te reconoce y comprende por fin el verdadero significado de la nota que ayer le hiciste llegar a su despacho. El mismo despacho donde no hace tanto firmaste aquel contrato envenenado que te ha convertido, hasta hoy,  en un esclavo de tus ilusiones y su codicia.

Lo que deja la noche

de Felicidad Batista

Esperanza se ve reflejada en la vidriera de mi tienda de delicatessen. Sus labios ateridos quedan a la altura del chocolate de trufa, su nariz roja sobre una botella de cava gran reserva y sus ojos acuosos se recortan en dos tapas de caviar ruso, y sonríe. Se aleja sorteando la escarcha que la noche ha abandonado sobre la acera. Arrastra bolsas de lo rescatado en los contenedores. Por la tarde la encuentro leyendo bajo los arces escuálidos en el Parque Nuevo. Sus hijos llegan del colegio público cercano. Se abrazan. Continúo hacia la tienda y la recuerdo bajando de un auto alemán conducido por su marido. Blusa ajustada, falda entubada, tacones altos y sonrisa permanente. Al final de su jornada en una agencia publicitaria entraba en la tienda. Hasta que un día desapareció. Supe que su marido la había abandonado. La esperé. Fui a la agencia donde trabajaba pero un cartel de se alquila colgaba de la puerta. Desesperanzado regresé a los días iguales.

Delicatessen

Meses después la reconocí en un amanecer lluvioso envuelta en un abrigo viejo. Simulé no verla.

Estoy cansado, ha sido un día ajetreado. La noche fría avanza y trato de mantenerme despierto detrás del mostrador con las luces apagadas. Caen copos de nieve. Esperanza inicia su recorrido. Pasa deprisa pero retrocede porque hoy el contenedor está junto a la puerta. Lo abre y saca la bolsa con el chocolate de trufa,  el cava gran reserva, el caviar ruso y los turrones artesanos. Sonríe.  Es Nochebuena.

Contenedores

de Eugenia Mateos 

Los contenedores de basura han adquirido un protagonismo inusitado. No hay más que encargarse de la modesta tarea diaria de tirar los desperdicios domésticos, para encontrarse con esa nueva clase social: la de los buscadores, provistos a veces de palo terminado en pincho para revolver mejor las bolsas de basura y enganchar lo que pudiera ser aprovechable. En ocasiones hay que dar un rodeo para esquivarlos (disculpe, ¿puede apartarse para que tire mi bolsa?, inimaginable); otras, pasamos junto a estos vecinos hurgadores avergonzados y extrañados de que no nos interpelen por permitir su indigencia extrema. El cinco de enero vi a un hombre que sacaba de un contenedor un juguete, seguramente roto.

Foto: ABCdesevilla.es (fragmento)

Foto: ABCdesevilla.es (fragmento)

Esto sí que es crisis. Es la mayor crisis, la miseria espiritual de la sociedad insolidaria.

El camino de la dación en pago

La iniciativa ciudadana de recogida de firmas a favor de la dación en pago ha comenzado con esperanza su trámite. El Congreso ha votado discutirla por unanimidad (el PP ha cambiado su voto en el último momento).

Mientras, la calle era un hervidero, y se conocía la noticia del suicidio de una pareja de jubilados en Mallorca debido a su inminente desahucio.

La semana pasada, Ada Colau, representante de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, compareció en el Congreso con decisión (un fragmento):

Esta fue parte de la respuesta del «ofendido» presidente:

Y cómo acalló lo que no le interesaba:

Para quien desee ver la comparecencia completa de Ada Colau:

https://www.youtube.com/embed/LtNBnc6khHg?rel=0

(Paz Monserrat nos envió el enlace de este vídeo)

El peligro

de Jesús Esnaola

Foto de El Mundo (fragmento)

Foto de El Mundo (fragmento)

Son algo más de las doce de la noche y la grieta ha dejado de crecer. Recorre la calle Mayor a lo largo de más de ochenta metros y ha alcanzado en algunos puntos hasta setenta centímetros de anchura, lo que la convierte en un riesgo evidente. El alcalde ha decidido establecer un perímetro de seguridad vallado y pide voluntarios para la vigilancia.

Yo superviso las acciones y no dudaré ni un segundo, si la situación lo requiere, en golpear con una pala la cabeza de los insurgentes del abismo si se les ocurre subir al pueblo.

Pasan ya dos horas del mediodía

de  jj ebanista

Pasan ya dos horas del mediodía. Esta mañana a las ocho estaba programada mi operación. Mi hija, mi sobrino Lucas y un amigo, de esos que tras doce años sin vernos aún tienen conversación, me acompañan dispuestos a darme ánimos y quizás el último adiós. Todos con muchas expectativas.

PasanDosHorasLa desesperanza crece cuando una hora y otra y otra pasan sin oír las ruedas de la camilla que viene a salvarme de esta agonía con remedio.

El corazón de un joven precipitado desde un andamio, quien sabe si por no tener medidas de seguridad, debía llegar, pero las aspas de ese ángel que lo traería no iniciaron su giro. Primero porque tardaba la ambulancia con el órgano que debía interpretar la primavera de Vivaldi. Después porque es el día de descanso del piloto, y no lo cubren.

Dos horas después del mediodía mi alma se cuela por el sumidero de la impotencia y un cartel colgado en la puerta de salida de mi vida reza: No tenemos corazón, estamos en crisis.

 

Nuevas bolsas de trabajo

de Luis Morales (luigidante.blogspot.com.es)

Atendiendo a la normativa europea vigente, así como a las recomendaciones del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente y de algunos hipermercados, el Instituto Nacional de Empleo (INEM) ha decidido acometer una profunda reconversión en su sistema organizativo. Según fuentes más que secretas no hay marcha atrás. A partir del próximo año las bolsas de trabajo dejarán de ser de plástico.
En aras de un mundo más sostenible resultaba extraño, contraproducente e incluso insano mantener operativas estas bolsas, que tardan unos cuatrocientos años en descomponerse y de las cuales sólo se recicla el diez por ciento.
A este respecto la ilustre institución conmina a los parados a irse acostumbrando y propone alternativas como bolsas de papel al estilo de las que sirven para esconder el alcohol en los EEUU o, llegado el caso, de cartón, material barato y maleable que además puede y debe ser reutilizado por los parados para la confección de su propia y más que digna vestimenta, reforzada contra las inclemencias climatológicas del invierno que, con toda probabilidad, habrán de sufrirse a pie inquieto durante la proverbial búsqueda de trabajo CV en mano.
Sólo unos pocos tendrán la suerte de abandonar la fila ante la oficina de empleo a lo largo del presente ejercicio. Sin embargo, cientos de ETT, ONG, CSI, CIA, ONU y CGPJ aconsejan no tirar la toalla ni la caja de cartón de la nevera, y coinciden al afirmar que todos deberíamos afrontar los fracasos como el paso previo a los futuros triunfos.