De camino al trabajo

de Paz Monserrat Revillo

Me mira. Todos los días. Cuando salgo del tren y paso por delante del edificio de camino al trabajo. Desde la terraza del primer piso. Fijamente. Como si buscara a alguien.

No hay cortinas y la puerta de la terraza está abierta. Pienso en el frío que estará pasando ahí afuera. Dan ganas de subir a abrazarle. Asoma medio cuerpo desmadejado y sarnoso por encima de la barandilla y mira a la calle, como trastornado. Adentro solo hay paredes enmarcadas en aluminio. Me imagino la secuencia: primero notifican, luego vacían, después vienen los del banco a cerrar. Como no saben qué hacer con semejante animal lo retiran de en medio para poder limpiar mejor. El oso es más grande que ellos. Cargan su peso muerto y lo arrojan a la terraza que da a la calle de la estación. Abajo, sentados en el alféizar de una ventana del bar, pasan el día los taxistas esperando un cliente y haciendo bromas con la chica guapa que siempre les acompaña. En la otra esquina un par de jubilados reparten folletos con ilustraciones del  reino de Dios y rebaños de corderos.

por George Hodan: Viejo osito de peluche por George Hodan

por George Hodan: Viejo osito de peluche

El descomunal oso de peluche intenta llamar la atención con sus brazos abiertos en una contorsión que recuerda una súplica. Pero todos aparentamos que no pasa nada, que no vemos al enorme peluche de tómbola ni oímos su grito silencioso y naranja.

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