Un comienzo

cicatriz

El viernes asistí a una charla interesante. El ponente habló de la libertad del individuo. De esa capacidad de decidir que nos convierte en humanos. Y de la obligación de ejercerla a pesar del miedo a equivocarse.

Llevo dos años en paro. La relación con mi familia se ha deteriorado mucho en este tiempo y he descubierto que la disciplina, que llevaba hasta el extremo en el terreno laboral, ya no me sirve para llenar los días.

Durante muchos meses, lo único que tenía en la cabeza era todo lo perdido: los recuerdos de un trabajo resultón al que dedicaba doce horas diarias, el apartamento en el centro convertido en foto de revista y la madre idolatrada, una invención que no conocía. Dejarse llevar alivia responsabilidades, pero resulta muy caro. Ahora sólo me queda el miedo. Y la capacidad de decidir.

2 comentarios en “Un comienzo

  1. Oiga, Berta, está bien lo que sugiere. Y, además de la suya, otras opiniones que por aquí se han vertido. Lo extraño es que los comentarios que se produzcan sean únicamente loas a las excelencias de unos cuentos resultones (unos más «resultones», con toda la mala hostia de las comillas, y otros menos). ¿Qué clase de «literatos» son esos que no se mezclan con la realidad?

  2. La clase de literatos que no se atreve a desnudarse, Sr. Lobo, que no es lo mismo que quitarse la ropa.

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