Un comienzo

cicatriz

El viernes asistí a una charla interesante. El ponente habló de la libertad del individuo. De esa capacidad de decidir que nos convierte en humanos. Y de la obligación de ejercerla a pesar del miedo a equivocarse.

Llevo dos años en paro. La relación con mi familia se ha deteriorado mucho en este tiempo y he descubierto que la disciplina, que llevaba hasta el extremo en el terreno laboral, ya no me sirve para llenar los días.

Durante muchos meses, lo único que tenía en la cabeza era todo lo perdido: los recuerdos de un trabajo resultón al que dedicaba doce horas diarias, el apartamento en el centro convertido en foto de revista y la madre idolatrada, una invención que no conocía. Dejarse llevar alivia responsabilidades, pero resulta muy caro. Ahora sólo me queda el miedo. Y la capacidad de decidir.

Enfermar a golpe de silbato

Están desatados y no pierden el tiempo. Después de privatizar la gestión sanitaria en Madrid, la señora Cospedal ha decidido cancelar los servicios de urgencias en varios pueblos de Castilla-La Mancha. Además el Gobierno central no descarta que esta medida se extienda al resto del país.

Juan Manuel Moreno, secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad, lo ha calificado como una reordenación de los recursos públicos disponibles, y ha declarado que no implica ningún tipo de desprotección para los ciudadanos. Me imagino que se referirá a los ciudadanos que no viven en los pueblos afectados, porque a éstos les han obligado a enfermar dentro de un horario, a enfermar a golpe de silbato, que es como este gobierno pretende que hagamos las cosas. Ellos dicen: saltad, y nosotros respondemos: ¿hasta dónde? Aunque lo que yo me pregunto es hasta cuándo.

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Cómo destruir un servicio público

Sabemos que el Cuarto Poder se está utilizando para controlar la opinión de la masa. En el caso de las radiotelevisiones públicas, lo primero que hacen los gobiernos es limpiar las cúpulas y colocar a sus hombres de paja.

En los últimos años a este control se le ha sumado otra práctica: la de desviar dinero público a manos privadas. Así los amiguetes de turno se embolsan lo nuestro, y las audiencias caen en picado mientras las arcas se vacían. Cuando la cosa no da para más, la alternativa es siempre la misma: privatizar.

En esta tesitura se encuentra ahora mismo Telemadrid. Sus trabajadores han realizado un corto de animación que explica el proceso para destruir un servicio público:

El pueblo guiando a la Libertad

Los periodos vacacionales son fechas idóneas para introducir cambios drásticos. La gente está más dispersa y menos beligerante. El revuelo se mitiga y, después de las fiestas, ya es tarde para actuar. Ellos lo saben bien. No nos confundamos: son sinvergüenzas, no estúpidos. Después de aprobar la privatización de la gestión sanitaria en Madrid, que se extienda es solo cuestión de tiempo.

Lo siguiente es la reforma del Sistema Educativo. Son ellos los que lo llaman reforma, yo lo llamo expolio.

Estas son las medidas más graves que se han adoptado en nuestro país en las tres últimas décadas. Ahora solo nos queda una pregunta: ¿Qué vamos a hacer?

Podríamos emular a Islandia o, si reprimiesen la acción ciudadana pacífica, quizá tengamos que volver la vista más atrás. La Francia del siglo XVIII sería un buen ejemplo.

Wert para creer

Wert junto al rey (foto de Juanjo Martín, agencia Efe)

¡Aquí huele a muerto! Esto es lo primero que he pensado después de leer los puntos principales de la reforma educativa. Y es que el tufo remite, entre otras cosas, a la privatización, la discriminación por sexo y a unos señores de morado que andan escocidos ante el bajón de la clientela. Mientras tanto, en los centros no se cubren las bajas, las aulas se masifican y los recursos menguan.

Es obvio que nuestro sistema educativo necesita una reforma. Los resultados de los alumnos españoles en la últimas pruebas internacionales los sitúan a la zaga de los países desarrollados. Entre las materias más conflictivas: matemáticas, ciencias y lengua. En definitiva, que a nuestros niños no les salen las cuentas y escriben sinvergüenza con be. Claro que la reforma es necesaria, pero no este tipo de reforma, con una orientación que recuerda a tiempos pasados.

Para saber más sobre la reforma: Noticia de El Diario