“La mentira es esencial porque la verdad es incomunicable”
Marcel Proust
Mi amigo Fran, publicista, sostiene que a las marcas les viene bien no ofrecer toda la información de su producto. No porque sea necesario ocultar sus defectos sino porque, incluso cuando se trata de sus beneficios, tendemos a magnificarlos —El secreto está en no contarlo todo— dice —en dejar que imaginen lo que desean creer.
Pero ¿solo en publicidad?
Elo sufre un ataque de celos y le pregunta a su pareja si anda liado con otra. Su respuesta es que siente curiosidad por otras mujeres aunque, al menos él, no dará el primer paso. Y Elo no sigue preguntando.
La jefa le dice a Carlos que lo que tiene que hacer es trabajar mucho y que el dinero llegará (ni siquiera aclara si lo hará desde el este o el oeste). Ha pasado veinte años escalando puestos y sigue sin disfrutar mejoras salariales equivalentes. Aún confía en que ese dinero llegará.
Miguel pide un crédito de 15.000 € para pagarle a su hija un máster de tres meses de duración (una nueva modalidad de la eterna opositora). Se celebra cada año y promete empleo estable al 90 % de los alumnos. Será en mandos intermedios de empresas renombradas tras un breve periodo de formación ¡para eso ha estudiado una carrera, su hija! Repito, se celebra cada año.
Dos anuncios de dentífricos aseguran que el 90% de los dentistas usan esa marca, otro de maquinillas de afeitar que el 90% de los hombres la recomendarían tras probarla, el de unas píldoras coadyuvantes que, por cada tres kilos que adelgaces, otro se va por el desagüe. El 10% menos de grasa, el 30% más de volumen, 9 de cada 10 afirman que…
Cuando queremos convencer al otro, los márgenes de incertidumbre son el margen para la mentira. Lo saben el novio de Elo, la jefa de Carlos, el organizador del máster y, sobre todo, mi amigo publicista. También nosotros lo sabemos, pero nuestra curiosidad y deseo nos convierten en ludópatas porcentuales que evitan explorar su incertidumbre. Seguimos probando convencidos de que los números estarán a nuestro favor.
El 95% de los encuestados aseguran no creer en lo que dicen los anuncios y niegan que sean esos mismos porcentajes brillantes y redondos los que, como una promesa convertida en número, les invita a soñar, a creer y a comprar. Y es que las personas mienten y, si interesa, también las matemáticas.