por Ángeles de los Santos
Sara Mesa construye en Cicatriz una relación conflictiva, tensa, un tira y afloja, un sí pero no, entre dos personalidades complejas, desorientadas, anónimas. Unas personalidades con resquicios por los que asoman reflejos de Pigmalión y Galatea, pero también de Peter Pan y Wendy.
Sonia y Knut se conocen a través de internet, pero pronto el foro literario da paso al correo electrónico, a las cartas manuscritas, al teléfono. También a los regalos excesivos, a las peticiones cada vez más comprometidas… Y en este rápido ascenso por la escala de la intimidad y del atrevimiento, ambos se van revelando como frágiles figuras que sobreviven, cada uno a su modo, «en el lado incorrecto de la historia», sin encajar en su entorno.
Eso es casi lo único y lo más importante que tienen en común, pero se complementan, y cada uno recibe del otro lo que necesita: ella, un poco de emoción, de juego, de riesgo calculado que la libre del tedio; él, alguien a quien moldear a su gusto, a quien guiar y a quien contagiar su peculiar forma de entender el mundo.
En este rápido ascenso por la escala del atrevimiento, ambos se van revelando como frágiles figuras que sobreviven sin encajar en su entorno.
Pero mientras Knut -exigente, narcisista, antisocial, obsesivo y manipulador- carece de sentido de culpabilidad, de ambición y de responsabilidad, Sonia -insegura y complaciente- vive inmersa en un permanente conflicto ético, emocional y personal. ¿Es inmoral jugar a un juego de adulación y dominio para aliviar la insatisfacción vital? ¿Es lícito pillar artículos en los grandes comercios? ¿Aceptar regalos robados nos convierte en cómplices del ladrón?
Estas preguntas, y quizás otras más, también se las plantea el lector, sorprendido por el calado psicológico y humano de una novela en apariencia superficial, que podría haberse quedado en una mera anécdota contemporánea, en una historia pseudoromántica de la consabida era de la incomunicación.
El instrumento que utiliza Sara Mesa para dar forma a su obra es un estilo simple, inmediato, hábil y efectivo. Un estilo que la autora maneja con la desenvoltura del ladrón que entra en unos grandes almacenes, sabiendo bien lo que quiere conseguir y que actúa con movimientos precisos, sin entretenerse, directo al asunto.
Y con la misma diligencia, sin paradas, sin esperas, seguimos nosotros la evolución interior de los personajes, pasando las páginas del libro como quien retira el envoltorio de un regalo inesperado.