Dolores
por Daniel Martín. Dolores se llamaba Samanta. Y Dévora. Y Jennifer. Y treintaeuroscompletocariño. Pero tenía cara de mujer, no de puta. El óvalo comprendido desde la peluca hasta el cuello era un resumen de anécdotas de Lautrec; demasiado feas para plasmarlas en el lienzo y demasiado amargas para bebérselas con el café. Por eso Dolores sólo bebía ginebra, que como ella decía, desinfectaba a la vez que ayudaba a olvidar. [...]