Recibí unas fotos de mensajes de twitter en los que algunas personas se quejaban del protagonismo que había adquirido el accidente aéreo en los Alpes. A causa del extenso informativo especial dedicado a la tragedia, habían cancelado la emisión de su programa de televisión favorito, un reality en el que hombres y mujeres, con el síndrome de Dorian Grey, fingen que se enamoran para hacer carrera televisiva o al menos conseguir un pase a Interviú. Para los seguidores de este programa, la cancelación les resultó inadmisible y no dudaron en quejarse, de manera muy desconsiderada con las víctimas, sobre la decisión del canal. Estas reacciones tan inhumanas fueron duramente reprendidas en todas las redes sociales: gilipuertas, son para vomitar, descerebrados, faltaban las palabras para calificarlos.

Olvidamos que todo se vende: tanto el escote y las plataformas imposibles de la enamorada merde-chillona del reality, como el ala partida del avión y algunos trozos de carne repartidos por la montaña. Ojalá consigamos imágenes impactantes.

Informada la tragedia, y en primer lugar a los familiares, poco debería importar si entre los que fallecieron había treinta y tres catalanes, o si un pasajero iba a encontrarse con su amor cibernético. Sin embargo, estos datos alimentan las controversias soberanistas, o dan para horas de fisgoneo en redes e innumerables testimonios sobre la ilusión que mostraba el amante viajero, que le ayudó a superar su miedo a los aviones. Y no faltará la bendita tecnología, el enlace a Google Maps. Lo llaman el lado humano de la noticia.

Por la tarde, a falta de nuevos datos, repusieron las imágenes del viejo accidente de Spanair con la intención de realizar las ya clásicas comparativas de desgracias. Carecían de valor informativo pero fueron expuestas de nuevo para remover estómagos y lagrimales.

Ejecuciones de pesadilla, el atentado en Túnez y los dos jubilados que viajaban por primera vez al extranjero; el accidente de avión, la disección del piloto y cuantos detalles recaben de los fallecidos. Marzo ha sido un buen mes: se ha vendido todo.

¿Cuánto tiempo debería emplearse en dar una noticia de manera profesional y humana?  No mucho y, sobre todo, el problema es que daría para muy pocos anuncios. Así que esta es la propuesta de los medios: lloremos por los estudiantes de la ESO que nunca podrán contar qué tal les fue en su viaje de estudios, cerremos los ojos ante la estampa de un niño muerto en un atentado. Después, permaneceremos muy atentos al anuncio de la marca de coches que ha pagado ese prime time. Entonces la noticia habrá funcionado y podremos seguir disfrutando del circo y de las ofertas.