por Yohana Recio

—Qué ojos más preciosos, son iguales que los de su padre. Se parece tanto a Juan…

El refugio retumbó y un haz de luz se derramó sobre las miles de cabezas allí abajo. Ella sabía que era cuestión de minutos.

—Sí, se parecen mucho —contestó sin apartar la mirada de su hijo.

Juan estaba muerto y no era el padre, pero abrazó por última vez a su hijo también en su nombre.