Ganador del V Concurso de Microrrelatos Paréntesis:

Escena primordial 1, de Carlos Carusi (Buenos Aires, Argentina)

Finalistas:

El fantasma del Olimpia, de Miguel A. Royo Payarés (Zaragoza, España)
Una mujer corriente, de Juan González de las Casas (Murcia, España)
Burocracia, de Mª Eulalia Douglas Pedroso (La Habana, Cuba)
Aula Magna, de Elena Marqués Nuñez (Sevilla, España)
Cada cosa en su lugar, de Nathalie Moreno Arqueros (Santiago, Chile)

Se presentaron 3174 cuentos procedentes de todas partes del mundo. En el anterior número del periódico, publicamos el microrrelato ganador (Escena Primordial 1, de Carlos Carusi) y dos de los finalistas (El fantasma del Olimpia, de Miguel A. Royo, y Una mujer corriente, Juan González de las Casas).

A continuación ofrecemos los textos de los tres restantes finalistas, a quienes felicitamos por su buen hacer:[/one_half_last]

Burocracia

El carro de los bomberos, con el ulular de su sirena, se abre paso hacia el Viejo Callejón, en el ultramarino barrio de Regla.
Excepto los nuevos vecinos del 206 y los muchachos de la cuadra, nadie se asoma. Los bomberos se detienen delante del edificio gris y ensamblan las escaleras hasta el segundo piso donde los espera la obesa señora Felicia, que no cabe por las escaleras de la vivienda.
Esta escena se repite cada vez que Felicia tiene cita con el médico. Hace cinco años que está solicitando a Bienestar Social que le permuten su apartamento por uno en bajos. Pero es tanto el papeleo que esto genera que nunca llega su turno.
Felicia, resignada, sigue en el segundo piso. El jefe de los bomberos asienta los traslados en el Registro de Cumplimientos y cada año, con sonrisa socarrona, informa a su Comando que han ganado, por sobrecumplimiento, la emulación del Distrito.

Mª Eulalia Douglas Pedroso
La Habana (Cuba)

Aula Magna

Ni subido a una escalera conseguiría besarte, tan distante te percibo, con ese desdén con que te mueves desde la altura de tus ojos grises. Te sientas a mi lado, dejándote caer con displicencia, y ladeas la cabeza para rozarme el cuello con tu rubia melena, tan lacia y pensativa. No entiendo bien ese interés perverso por provocar pasiones sin futuro.
Acaba la clase y ya me olvidas, y en pocas ocasiones te despides: solo esbozas una sonrisa ambigua que promete lo que luego no cumples. Pero hoy me has dejado una nota, con siete palabras graves como siete puñales: «Ni subido a una escalera conseguirás besarme».

Elena Marqués Nuñez
Sevilla (España)

Cada cosa en su lugar

Si digo que él mintió, miento. Si digo que no mintió, no digo la verdad. Ella tiene cuarenta años, se llama Simona y es mi hermana mayor. La quiero como ella no es capaz de quererse. Él se llamaba Ricardo. Al principio me pareció feo y con el tiempo, repugnante. Su boca no era boca, era un pozo de agua estancada. Las costuras de los pantalones casi le reventaban y usaba la camisa afuera para mal disimular su obesidad. Coronaba la indumentaria una mancha oscura en su espalda de buey y dos fétidas aureolas bajo los brazos. Una tarde le dijo a mi hermana que le había conseguido el trabajo prometido. Sólo le pidió a cambio que abriera las piernas. Entonces ocurrió lo que ocurrió. Si digo que Simona lo empujó por el balcón, miento. Si digo que Ricardo resbaló, no digo toda la verdad.

Nathalie Moreno Arqueros
Santiago (Chile)