Resulta sintomático que los alumnos del taller de escritura eviten la actual Crisis en sus relatos; ni siquiera aparece como telón de fondo de sus historias. Cuando las propuestas de clase remiten a esta situación, la de nuestro tiempo, manifiestan por lo general un rechazo muy palpable.
Intrigado por esta reacción, le pedí a Antonio Almansa que nos hablase en el taller del posicionamiento del escritor ante su época. ¿Acaso debemos entender la escritura solo como un medio de evasión? ¿Es cobarde ignorar nuestra realidad?
Transcribo unas notas que tomé de algunas respuestas de Antonio a los asistentes:

  • Ustedes, que son escritores, saben que deben desechar en sus textos lo que les parezca “lugares comunes”. Yo creo que un prejuicio es también un “lugar común”; el lugar donde el entendimiento se esconde o refugia. Nuestra identidad está marcada por una idea (un prejuicio): «tanto tienes, tanto vales». Podríamos decir, entonces, que soy lo que tengo; pero Erich Fromm nos avisó de que, a partir de esa premisa, la pregunta inmediata sería: ¿quién soy yo si pierdo lo que tengo? Si soy lo que tengo y ya no tengo nada, entonces ya no soy.
  • Ustedes son unos privilegiados que quizá no reparen lo suficientemente a menudo en lo que disponen. Disponen de la lectura habitual, disponen del ejercicio de la escritura; y eso no se lo pueden quitar. Ven, disfrutan, están tristes, aman; actividades que se expresan con verbos y que son experiencias humanas que no pueden destruirse. La persona que basa su identidad en lo que “es”, en sus potencialidades, no tiene tan acusada esa enfermedad del miedo a perderse a sí mismo porque le quiten algo.
  • Por no tener, no tenemos ni el lenguaje. Alguna vez me enteré de que yo, que me creía autónomo y con capacidad para decidir sobre mi vida, no era únicamente “yo”, sino una construcción del lenguaje. Y que, además, la escritura, el lenguaje y sus sentidos, eran de otros: era la lectura y escritura que de la realidad habían realizado las clases dominantes.
  • Se pretende hacernos creer que cada significante tiene un solo significado. Eso intentan asegurar los padres –con otras palabras– cuando dicen que quieren y educaron a todos sus hijos exactamente igual: a mí, eso me parece imposible. Hay hijos deseados antes de ser concebidos; hijos que se anuncian para “sorpresa” del consciente o la razón; hijos que se tienen con el ánimo de que “sirvan” para mejorar y afianzar la relación de un matrimonio a medio romperse; hijos que vienen con “el pan bajo el brazo”; hijos de antisemitas que tienen una nariz judía; hijos de judíos con unos ojos justamente iguales a los de Hermann Göring. Supongo que los mimos y exigencias a esos hijos, aunque se procuren todos los equilibrios, en algún momento serán algo diferentes.
  • Pensemos en la palabra autobús, por ejemplo. Como significante, todos sabemos el tipo de vehículo que denota. Ahora bien, ¿por qué, al oír esta palabra, una persona puede sonreír y otra angustiarse? La misma expresión no significa lo mismo para todos. Yo soy un producto efecto del lenguaje. Alguien me escribió.
Escritura y Crisis
  • “El yo es la imagen de mí mismo: es la imagen que recibo del espejo”, decía Lacan. Pero la imagen que percibo en el espejo, y que creo que me abarca o me define sin matices (la obviedad de la “realidad”), es la construcción cultural que, por medio del lenguaje, han edificado en mí. Quizá una imagen más acertada sería la que encontramos ante un espejo roto en pedazos; nos avisa del ser fraccionado que somos.
  • Nuestra crisis de identidad tiene que ver con el lenguaje. Es verdad que el lenguaje es algo aparte de los hechos, pero sin el lenguaje, esos hechos no existen. Si el lenguaje no lo certifica, no existe la belleza de la orquídea ni la muerte de un amigo (existe la orquídea pero no su belleza; existe el cadáver pero no su muerte).
  • La crisis económica no es sólo una crisis del dinero o financiera; es también una crisis de lenguaje que, cansado, no encuentra combinaciones de palabras para imaginar una salida, otra forma de vida. El problema es que tal crisis se está tratando de solventar con el lenguaje establecido, el del poder. Así, cuando a un movimiento social se le ocurre decir algo tan inconveniente como «dación en pago», esto provoca que infinidad de burócratas suban a las plantas más altas de bancos y ministerios a averiguar cómo pueden manejar esto sin perder sus intereses. Ha surgido una combinación de palabras que altera la discusión. Aunque sea una expresión (significante) que existe en Derecho, «Dación en pago» no se había utilizado con el significado actual antes del 15M. Una combinación de palabras nuevas es un acto de rebeldía; una contestación a las maneras convencionales de resolver.
  • El poder utiliza el eufemismo como una navaja (entre infinidad de ejemplos, el Ministerio de la Guerra pasó a llamarse Ministerio de Defensa; Centro de reinserción social por cárcel; Persuasión localizada por tortura, etc.). Nosotros escribimos en el lenguaje del poder, pero si conseguimos darle otro significado, estaremos ofreciendo algo a los demás. No se trata de decir cómo debemos vivir, pero estamos obligados a decir que no vivimos bien, que es necesario alterar lo establecido, introduciendo combinaciones y significados nuevos.
  • Aprendimos el antiimperialismo con las luchas del Sandokán de Emilio Salgari contra los británicos. Aprendimos qué es la camaradería con Los tres mosqueteros. Aprendimos el reparto de la riqueza (de la plusvalía) con Robin Hood. Kafka nos avisó de la inhumana crueldad de la burocracia en El proceso. La situación en la que estamos es la nuestra y no podemos evadirnos. ¿Qué les dirás a tus hijos cuando te pregunten dónde estabas en el 15M?: es un eslogan de esos indignados que nos centra en la cuestión.
  • Escritura en CrisisA un taller se viene a jugar, a que cada uno se adueñe de las palabras. Más que animar a la fantasía, debemos animar al juego. En la fantasía se produce una ausencia de realidad. En el juego, no. Si a un neurótico, un fantasioso excesivo, que lleva una escoba por caballo le digo que dé de comer al animal, el neurótico va y lo hace. Si se lo dices a un niño, él, agarrado a su montura, te mira y dice: «oye, que esto es un palo de escoba». El niño mezcla la realidad con los sueños, pero no los confunde. El adulto encuentra en la fantasía un refugio. Un refugio que lo enferma porque sufre al volver a la realidad.
  • Jugar, debemos hacerlo con tramas atrevidas, más allá de exposición, nudo y desenlace; formas convencionales que tranquilizan al lector y nada le cuestiona. No me parece que este tiempo esté para que contemos nuestras desgracias a causa de aquel amor que nos abandonó (otro lugar común) o para que sólo hagamos literatura de entretenimiento. Creo que la situación política creada en Europa consiste en retrotraernos a cuarenta años atrás para que el sistema económico, en declive y sin soluciones, gane ese margen de tiempo con el fin de contar de nuevo con ese plazo.
  • Nuestro filósofo Emilio Lledó rechaza, como muchos, el llamado “pensamiento único”, que ya fue descrito por primera vez por el filósofo Arthur Schopenhauer como aquel pensamiento que se sostiene a sí mismo, constituyendo una unidad lógica independiente sin tener que hacer referencia a otros sistemas de pensamiento. Más tarde, el filósofo Marcuse, de la llamada Escuela de Frankfurt, describió un concepto similar que él denominó pensamiento unidimensional, que es, en realidad, el resultante del cierre de discurso impuesto por la clase política dominante (Su universo
    [del discurso] está poblado de hipótesis que se autovalidan y que, repetidas incesante y monopolísticamente, se tornan en definiciones hipnóticas o dictados).
  • Una necesidad humana es la del trabajo creativo, pero éste es coartado por las instituciones represivas. Y no se trata tanto de apuntar hacia tal o cual político que haga lo contrario a lo que prometió en su programa electoral (aunque también); se trata de desenmascarar a esas instituciones que aparecen como “respetables” y “neutras”, sean la administración, la policía, el ejército, el poder financiero, la justicia… Estas instituciones, parecen no tener nada en común con el poder político, fingen ser independientes cuando la verdad es que no lo son.
  • Cuando la realidad se transforma, a pesar de que las mentalidades conservadoras insistan en decirnos que “todo está dicho”, en recordarnos ese bodrio del “verdadero sentido común”, en amenazarnos con una respuesta violenta ante nuestro intento de “alterar el orden establecido”, etc., lo que en realidad sucede es que la humanidad avanza. Progresa a partir de la herida que algunos provocaron en el lenguaje impuesto, es decir, en el intermediario más potente del poder (debemos recordar las innovaciones que produjeron Galileo, Darwin, Marx, Freud y otros cuando obligaron a que el poder, a su pesar, cambiara sus “sagradas escrituras”, su lenguaje escrito).
  • Siempre vamos buscando interlocutores –ustedes también–: para conocernos, hablar con ellos, ayudar y dejarnos ayudar. El verdadero interlocutor es el que percibe la crisis no como algo ajeno, exterior a él, sino el que la siente como algo propio, personal, como crisis de identidad (ése es el verdadero interlocutor: no el que nos da la razón y con el que hacemos grupo o pandilla, sino el que tiene la lucidez para avanzar desde la única encrucijada posible y más humana: la crisis de identidad social, la crisis de identidad del sujeto, la crisis de identidad personal).
  • Yo estoy dispuesto a variar mi manera de pensar, mis manifestaciones son nada más que instrumentos que puedo cambiar por otros más acertados si ustedes me los enseñan. Muchos de nosotros, los más cobardes, no conoceremos la decepción ni la victoria: será porque no nos atrevimos a arriesgarnos. No sé si ustedes realmente quieren escribir, si quieren hacer una lectura de la realidad que no sea ingenua, si quieren participar con su escritura en los avatares de este siglo. No lo sé, no nos conocemos lo suficiente. Pero espero que sea así.