Prosa de siempre

El tren a Burdeos, de Marguerite Duras (1914-1996)

Una vez tuve dieciséis años. A esa edad todavía tenía aspecto de niña. Era al volver de Saigón, después del amante chino, en un tren nocturno, el tren de Burdeos, hacia 1930. Yo estaba allí con mi familia, mis dos hermanos y mi madre. Creo que había dos o tres personas más en el vagón de tercera clase con ocho asientos, y también había un hombre joven frente a mí que me miraba. Debía de tener treinta años. Debía de [...]

Por |2017-03-12T14:00:08+01:001/9/2010|

Pigmalión, de John Updike (1932-2009)

Lo que le gustaba de su primera mujer era su talento para la imitación. Después de una fiesta, una fiesta que hubieran dado ellos mismos o cualquier otro matrimonio, sabía imitar con gran realismo todo aquello que habían visto: rostros, voces y con su bonita boca hacía toda clase de pequeñas muecas con las que sabía revivir en un mágico momento la presencia de cualquier amigo ausente. —Bueno, en fin, zi a mí de verdad me interezaze... ¿No es así [...]

Por |2017-03-12T14:00:08+01:001/4/2010|

Un drama verdadero, de Guy de Maupassant

Lo verdadero puede a veces no ser verosímil (Boileau, Art poétique, III, 48.) Decía yo el otro día, en este lugar, que la escuela literaria de ayer se servía, para sus novelas, de las aventuras o de las verdades excepcionales encontradas en la existencia; mientras que la escuela actual, al no preocuparse sino por la verosimilitud, establece una especie de media de los acontecimientos ordinarios. Y aquí que me comunican toda una historia, ocurrida, al parecer, y que se diría [...]

Por |2017-03-12T14:00:09+01:001/2/2010|

El gordo y el flaco, de Antón Chéjov

En la estación del ferrocarril de Nikoláievski se encontraron dos amigos: uno era gordo y el otro flaco. El gordo acababa de comer en la estación, y sus labios, untados de aceite, relucían como dos cerezas maduras. Desprendía un olor a jerez y a azahar. El flaco, que en aquel momento se apeaba del vagón, iba cargado con maletas, bultos y cajas, y olía a jamón y a posos de café. Tras él se veía a una señora delgadita, su [...]

Por |2017-03-12T14:00:11+01:001/12/2009|

El hombre del hacha, de William Peden (1913-1999)

Estamos sentados sobre el tronco de un pino caído, Miss Peaches y yo, esperando a que el sol se ponga. Playa abajo, donde se funden la orilla curva y el cielo, vislumbramos el pálido borrón azulrosa de Savannah. Debajo de donde estamos nosotros unos veraneantes siguen echados sobre la arena, pero hacia el este la playa está desierta. Ya casi es hora de ir a casa a cenar. Aún no ha salido la luna; la marea empieza a bajar. Un [...]

Por |2017-03-12T14:00:11+01:001/9/2009|

Cancán, de Arturo Vivante (1923-2008)

—Me voy a dar una vuelta en el coche —le dijo a su mujer—, vuelvo en un par de horas. No era frecuente que estuviese fuera de casa más de lo poco que tardaba en ir a correos o a alguna tienda, pero se pasaba el tiempo haraganeando, haciendo pequeñas chapuzas —su mujer le llamaba «Don Arreglalotodo»—, y también, aunque desde luego no lo suficiente, pintando, que era de lo que vivía. —Muy bien —contestó en seguida su mujer, como [...]

Por |2017-03-12T14:00:11+01:001/6/2009|
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