Anónimo

«Somos el tiempo que nos queda»,
J.M. Caballero Bonald.

Prefiero buscar a encontrar
(aunque a veces canse el oleaje,
sólo horizonte sin puerto de refugio).
En el camaleón incesante que ahora soy
la herida honda de ese pliegue del alma
es quizás lo único inmutable.
Me pruebo las caras que encuentro por la calle,
agua que ahora jarra y luego vaso:
No ser nadie
es la mejor manera de ser todos.

Antonio Sánchez Fernández, Sevilla.

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Desacuerdo entre amantes

Solía decirme en nuestros encuentros clandestinos que las verdades son parciales; las verdades y la vida. Y en algún punto me perdí. Todavía no me explico por qué se empeñaba en dejarme cien rublos en el escritorio, esos mismos que luego yo dejaba de propina.

Eugenia Carrión García, Málaga.

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La píldora del día después

Desde que llegó de África, Malika sobrevivió a base de romper preservativos a sus amantes.
—El aborto es tan caro que no sé qué puedo hacer —solía decirles por teléfono.
Con Julio, en cambio, fue tan maravilloso que le dijo en un acto de heroicidad:
—No te preocupes, mañana me tomo la píldora.
Pero esa vez no la tomó.

Tomás Barrios Lucas, Málaga.

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El conductor

Cuando el chofer del autobús se ponía al volante, se transformaba en un ser simpático, amable y vivaracho. Hasta que un día los usuarios decidieron apearle del vehículo y, por unanimidad, ingresarlo en el psiquiátrico.

Miguel Fernández Muñíz, Madrid.

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Deshojando margaritas

—No me quiere —dijo ella, y dejó caer el tallo sobre la hierba.
—Prueba de nuevo —dijo él acercándole otra margarita.

 Nieves Gómez Abad, Málaga.