Las campañas de marketing nos convencen a diario de las bondades de la gloriosa tecnología, pero estudios como el presentado en la Conferencia del Factor Humano y los Sistemas Computacionales, celebrada recientemente en California, constatan las ventajas del libro impreso frente al digital.

La investigación surge de la tendencia creciente, sobre todo en las nuevas generaciones, a leer casi exclusivamente en pantallas. Durante las pruebas realizadas, los lectores de textos impresos respondieron correctamente al 66% de las preguntas de abstracción, frente al 48% de aciertos obtenidos por los usuarios digitales. Por el contrario, en las preguntas acerca de datos concretos, los lectores digitales destacaron sobre los que leyeron el texto en papel. Los resultados son significativos: la lectura en medios digitales facilita la focalización en datos concretos, pero dificulta la interpretación global del texto. Esto significa que la expansión del soporte digital trae aparejado un descenso de la capacidad crítica de los lectores. ¿No recuerda a uno de esos medios de control que nunca faltan en las grandes novelas distópicas?

A pesar de que los psicólogos afirman que la capacidad para interpretar condiciona nuestra autoestima y persistencia, no existen demasiados estudios acerca de cómo afectan los medios digitales a nuestra comprensión. Esta investigación viene a arrojar un poco de luz. Por supuesto, los resultados obtenidos no se usarán para fomentar la lectura en papel, sino para alentar el diseño de nuevos equipos y programas capaces de superar este problema. Me pregunto si pondrán verdadero empeño en conseguirlo y, de lograrlo, si no se encontrarán con insalvables argumentos comerciales en contra.

En algunas ocasiones puede resultar práctico el formato electrónico, pero el soporte impreso ofrece una experiencia que trasciende los resultados de cualquier estudio por más que jueguen a favor del papel, como en este caso. Por eso, antes de que se nos reduzcan las entendederas, propongo que sigamos disfrutando del burbujeo de ese tiempo que vuela cada vez que entramos en una librería: la belleza de una edición cuidada, el olor de las encuadernaciones, la ilusión de regalar un libro, prestarlo o intercambiarlo, la íntima transgresión de hacer anotaciones en sus márgenes y guardar recuerdos entre sus páginas, o el lujo de tener tus obras favoritas firmadas por sus autores.

Cuenta Fernando Savater que un amigo suyo experto en informática sostiene que, si el libro se hubiese inventado después del ordenador, todo el mundo lo consideraría un avance prodigioso. Me sigo quedando con ese futuro.

 

El libro digital o el impreso, según Mario Vargas Llosa.