CHARLIE, EL AMIGO DEL PÁJARO

La música traspasa las paredes,
gorgotea en el saxo.
Una mano negra enamora las notas
ahogando los gritos del público.
La ciudad en reposo
sueña entrar en el cabaret del pájaro.
Allí el swing vacila alto, como la noche,
y los borrachos tocan el culo de las chicas
mientras, con la otra mano,
sostienen las cerillas encendidas del deseo.
El pájaro todavía está vivo,
pregona el azul crujiente en sus uñas.
Busca venas nuevas,
camellos cargados de heroína en los lavabos.
Al volver,
Charlie atraviesa el sonido con su cuerpo,
necesita un trago de jazz.
En la barra
mientras calma la sed de sus oídos
Jay le acerca una baqueta mojada de sudor.
La música lame las columnas de la sala.
El pájaro picotea la boquilla del saxo,
y no le importa morir en cada nota.