No estaba lejos, no era difícil (Visor Poesía)

 

Una de las características principales de su poesía es la crudeza de los versos.

¿Crudeza quiere decir lucidez o es un desnudo puro y duro? Porque si es sólo un desnudo, no tiene mucha gracia.

En su caso, lucidez.

La lucidez no consiente adornos. Incluso cuando te permites una imagen, esta no puede estropear esa lucidez, porque es algo muy fino, a poco que la cargues con unos adornos se rompe. Por tanto, la lucidez implica el desnudo, pero no todos los desnudos son lúcidos, no todas las crudezas suponen lucidez. Si yo digo en un poema “ustedes son unos imbéciles”, es crudo, pero no lúcido.

Un poema, ¿tiene que ser cruel?

En general, la lucidez es cruel por una razón: encuentra un terreno, que es el nuestro, el de nuestra vida, donde normalmente hay muchos disimulos, muchas capas que ocultan nuestra lucidez. La entrada brusca en esta lucidez, directamente a nuestro centro, produce, más que la crueldad de querer hacer daño, un susto en el lector que cree que le van a hacer daño, y no es así, es todo lo contrario.

Ante la realidad que desvela un buen poema, ¿puede surgir una sensación de impotencia?

No. En lo que sea cercano a esta realidad, a lo que llamamos verdad, todo esto es un mecanismo de placer. Es decir, sufrimos ante el desorden del mundo (o al menos desde nuestro punto de vista es un desorden, porque si hay un orden no lo entendemos). El desorden crea una sensación de incomodidad, de dolor. Y la crueldad del poema es una simulación, el destinatario cree que le causará dolor, pero es ese dolor que nos decían nuestras madres: lo que pica, cura. Lo que hacemos es poner un poco de agua oxigenada, un poco de orden, y eso es placer.

Sin embargo, algunos percibimos que la impotencia está también presente en su poesía.

¿Por qué? La impotencia no es la limitación. La limitación es evidente. En cuanto a la impotencia, si te refieres a la rabia de no poder, creo que no. Yo soy el que está presente, es una investigación sobre qué se puede hacer, no sobre qué no se puede hacer. Intento hablar siempre de lo que se puede hacer.

Joan Margarit- Entrevista a Paréntesis Al investigar sobre la resistencia de un material o sobre el origen de un sentimiento, ¿el científico debe contar con una actitud poética y el poeta con una actitud científica?

Hombre, es bueno. No es fundamental, supongo que García Lorca no tenía una actitud científica y sin embargo hizo grandes poemas. No, no creo que sea fundamental pero, como decimos los catalanes, no molesta. A mí me ha ido muy bien, tengo unas ventajas y unos inconvenientes que se deducen de mi vida. La tentación del poeta, sobre todo cuando es joven, de caer en el oropel, me la ha ahorrado mi formación científica. Aunque también me ha quitado tiempo para ser un experto en Antonio Machado, cosa que no me disgustaría nada.

Hablábamos de orden, ¿la poesía ordena nuestro interior?

Sí, es lo que te quería decir, pero es exterior también, porque ambos van mucho más ligados de lo que nos creemos. Todo esa historia de “vuélvase usted hacia su interior”, que está vertebrando todos los libros de autoayuda, es como si distinguiera el fondo de la forma, y el interior fuese el fondo y el exterior la forma. Así que olvídese de la forma y vaya al fondo…, cuando es imposible. En las cosas que valen la pena es imposible separar el fondo de la forma. El exterior y el interior son lo mismo. Las células con las que está hecho el cerebro y las células de la piel son del mismo tipo, por eso es tan difícil la dermatología, porque la piel es tan complicada como el cerebro.

¿Escribir poesía es una búsqueda?

Hombre, es bastante más. Es una búsqueda y es un encuentro, y es divertirse y apasionarse, es un saber qué hacer y un querer hacer. Es una locomotora que va a toda velocidad dentro de ti, que no puedes parar.

Hablando de la búsqueda y el encuentro, de la labor y los beneficios, ¿qué es lo que busca usted en su poesía?

Pues no lo sé, si supiera exactamente lo que busco lo encargaría a una agencia de información. Cuando parece que encuentras lo que buscas ya estás buscando otra cosa. No se acaba nunca, es una cadena. Queda tanto por buscar…

Se transforma como el deseo…

Bueno, nunca se alcanza porque se transforma, o porque se abandona, pero sí, son encadenamientos que duran hasta la muerte… Y la muerte es una fantochada, como todos los mitos que nos hemos inventado. Hemos inventado toda una serie de cosas, que no sabemos hasta dónde llegan, que nos consuelan, ordenan algo el desorden. La muerte es uno de los grandes mitos. Sencillamente no existe. Se acaba la vida, eso sí existe. Porque un sitio donde no pasa nada es un desorden tan terrorífico que tuvimos que inventar un personaje. La poesía en un tiempo construyó dudas. Yo creo que hoy no construye dudas, sino que el trabajo consiste en ver si podemos vivir sin mitos. Me permito esta simplificación.

En uno de los poemas de su último libro rectifica usted a Nietzsche…

Sí, es un poema que dice: Nietzsche no tenía razón, somos más fuertes cuanto menos fuertes son los mitos. Él planteaba cambiar los mitos porque intuía la debilidad del ser humano sin ellos, e intuía el desgaste de los mitos, por eso proponía crearlos nuevos. A mí la Ilíada no se me ha desgastado, si prescindo de ella como mito será por una necesidad de mayor limpieza. El camino del individuo hacia su final, hacia su proyectud, consiste precisamente en quitar. Es muy parecido a mi forma de hacer un poema. Voy escribiendo muchas cosas en una página, seguramente la escribo en un día, y luego me paso unos cuantos meses quitando de aquí y de allá. En poco tiempo cargas con todo, y el resto lo vives destrozando todo eso, ordenando, quitando y quitando. Parece mentira la de cosas que caen en muy poco tiempo.