A los veinte años conmovió el ambiente literario de Londres con un libro que proponía una poesía mágica, oscura pero también natural e instintiva. Mito de una generación, fue uno de los grandes malditos.
Amor en el asilo
Ha venido una extraña
a compartir mi espacio en la casa, no bien de la cabeza
una chica con la cabeza a pájaros
corriendo el pestillo de noche con su brazo de pluma
derecha en la laberíntica cama
engaña a la casa a prueba de cielo con nubes entrantes.
Empero engaña recorriendo el cuarto de pesadilla
amplio como los muertos
o cabalga imaginados océanos de recintos varoniles.
Ha llegado poseída
admitiendo la luz engañosa bailando sobre la pared,
poseída por los cielos.
Duerme en el estrecho cauce pero recorre el polvo
y maldice a voluntad
sobre las mesas del manicomio desgastadas por mis lágrimas
caminantes.
Y llevado por la luz en brazos de ella muy a mi gusto
puedo sin error
sufrir la primera visión que puso fuego a las estrellas.