María Herminia Descotte y Julio José Cortázar, funcionario de la embajada Argentina en Bélgica, abandonaron Bruselas en los estertores de la Primera Guerra Mundial. Tras vivir en Suiza y Barcelona, lograron regresar a su Argentina natal sin sospechar la influencia que el nuevo destino ejercería en la vida y obra de su pequeño hijo, Cocó. El Buenos Aires de Cortázar es el espacio donde construyó su identidad, adquirió experiencias y recuerdos, y desarrolló su pasión por escribir.
El domicilio familiar estaba ubicado dentro de un parque, en lo que actualmente se conoce como barrio de Agronomía. Cortázar alude con frecuencia en sus obras a esta zona tranquila de la ciudad, alejada del Buenos Aires turístico y ruidoso. Allí escribiría Casa Tomada, uno de sus cuentos más conocidos, y comenzaría a tocar la trompeta, sin grandes resultados. Sin embargo, su amor por el jazz le mantuvo en la brecha de la música algunos años en los que compartió ensayos en una casa del barrio de Caballito con Jorge López Ruiz, que posteriormente se convertiría en un destacado intérprete.
En el Buenos Aires de Cortázar no solo había clubes de jazz. Él también era asiduo a los combates de boxeo en el Luna Park, una afición temprana que reflejaría en su obra collage, Último Round, donde narra cómo a los nueve años, junto a su madre, escuchó en la radio el mítico combate por el título de campeón del mundo entre Luis Firpo y Jack Dempsey.
El escritor admiraba la Galería Güemes, un edificio art nouveau con un pasaje peatonal interior que une las calles Florida y San Martín. Considerado el primer rascacielos de la capital argentina (desde este edificio podía divisarse toda la ciudad), ocupa un lugar destacado en el Buenos Aires de Cortázar cuando lo convierte en protagonista de su cuento El otro cielo.
Aunque mantuvo con Buenos Aires una relación intensa que marcó su literatura, es inevitable hablar de París en su obra, ciudad a la que se traslada tras su disconformidad con el gobierno de Perón, y donde escribe Rayuela, entre la bohemia parisina y los acordes de su adorado jazz.
París está repleta de lugares emblemáticos para el universo Cortázar que merecen un artículo aparte, pero citemos aquí algunos de ellos: la habitación número 40 de la Casa Argentina de la Ciudad Universitaria, donde pasó sus primeros meses en París, la Biblioteca del Arsenal, lugar de lectura y estudio y último sitio que quiso visitar en vida, el Pont des Arts, fundamental en Rayuela; su última residencia, en el número 4 de la rue Martel, y no debemos olvidar su tumba, la más visitada del cementerio de Montparnasse, un lugar donde descansan también los restos de intelectuales y artistas como Sartre, Beckett y Baudelaire, entre otros.