El lugar menos literario de la literatura es el lugar común, aquella frase que se ha convertido en un vicio del lenguaje por obvia o manoseada. Los lugares comunes resultan cómodos, los usamos como muletillas, pero reducen la capacidad de comunicar y ponen de manifiesto la falta de ideas propias. Por eso te sugiero que acabes con ellos. Distraen y alejan al lector de ese lugar concreto y único que quieres narrar. Puedes comprobarlo en el siguiente ejemplo:
Un hombre atormentado por su pasado ha perdido a su adorable esposa y trata de aferrarse a sus recuerdos a la tenue luz de una vela. Con la mirada fija en un punto indefinido y el paso vacilante, deambula de un lado a otro de su casa, ahora fría como una tumba, tratando de no caer en la más absoluta locura…
¿Seguirías leyendo una narración como esta? Si tu respuesta es que te ha gustado, ¡adiós y mucha suerte!, pero si la engolada acumulación de paridas te ha sacado una sonrisa, te invito a seguir leyendo.
En el taller de escritura sabemos que hay muchas publicaciones plagadas de frases hechas, también entre las novedades más vendidas. Y es que hay malos escritores y lectores de establo. Sin embargo, que un error esté extendido no nos salva. Cada vez que recurres a un cliché le estás poniendo una zancadilla a quien te lee. Mantente vigilante y rechaza la pereza de los lugares comunes. Te seducen, evitan que pienses, se cuelan en tus textos sin que apenas te des cuenta y los arruinan.
Los lugares comunes son numerosos y no es mi intención realizar un catálogo. Sin embargo, los ejemplos de la siguiente lista te ayudarán a comprender la sensación que producen y a aguzar los sentidos para evitarlos, aunque en este caso puede ser ilustrativa la broma de colar uno para terminar: huye de los lugares comunes como de la peste.
Lugares comunes
Arder en deseos
Aspiró profundamente
A su mente acuden
Baño de multitudes
Cautivado por su sonrisa
Con el corazón en la mano
El edificio se alzaba
El monstruo de los celos
El silencio sobrecogedor
Espiral de violencia
Falsa sonrisa
Fuerza hercúlea
Ladrido lastimero
La música inundaba la estancia
Las lágrimas acudieron a sus ojos
Le asaltó una duda
Le atrae como un imán
Le invadió por completo
Los recuerdos fluyen
Mano temblorosa
Marco incomparable
Mar de dudas
Mirada cómplice
Mudo asombro
Pecho turgente
Profundas arrugas
Rabiosa actualidad
Risa de hiena
Se desliza con sigilo
Se le iluminó el rostro
Semilla de odio
Sonrió beatíficamente
Sonrisa maquiavélica
Sonrisa seductora
Suave brisa
Sumido en la tristeza
Súplica muda
Terrible enemigo
Un mundo lleno de posibilidades