EL OTRO LADO
Hay una luz remota, sin embargo.
José Ángel Valente
Es uno de esos días en que todo sale bien.
Has recortado los periódicos atrasados
y escrito un poema con el que estás
francamente satisfecho.
Una cena majestuosa, una película de cine
mudo y todo el segundo movimiento
de un concierto de Ravel han completado,
de un modo benéfico,
tu ocio nocturno y solitario.
Entonces sales al pasillo para tirar la basura
y detrás tuya, una corriente traicionera
te cierra la puerta.
Quedas en el rellano,
sin llaves y a oscuras.
De lejos se filtra la vida del edificio
y revives tus pasos
como una dulce y vaga niebla.
Preocupado por el despiste,
y pensando en cómo hallar
a estas horas un cerrajero,
te dices:
Así también debe ser la muerte.
En la oscuridad del recibidor.
Una puerta cerrada con la llave dentro.
Un fondo con luz al final de la escalera.
Y tú muy quieto.
Con la basura prendida de la mano.