Cómo destruir un servicio público

Sabemos que el Cuarto Poder se está utilizando para controlar la opinión de la masa. En el caso de las radiotelevisiones públicas, lo primero que hacen los gobiernos es limpiar las cúpulas y colocar a sus hombres de paja.

En los últimos años a este control se le ha sumado otra práctica: la de desviar dinero público a manos privadas. Así los amiguetes de turno se embolsan lo nuestro, y las audiencias caen en picado mientras las arcas se vacían. Cuando la cosa no da para más, la alternativa es siempre la misma: privatizar.

En esta tesitura se encuentra ahora mismo Telemadrid. Sus trabajadores han realizado un corto de animación que explica el proceso para destruir un servicio público:

Temática del libro

Estamos recibiendo muchas colaboraciones cuyo motivo principal son los desahucios, pero queremos recordaros que la temática del libro es más amplia: la crisis. En la selección de relatos atenderemos también a la variedad de situaciones que la actual recesión (económica e ideológica) está produciendo.

Muchas gracias por la amable acogida que le habéis dado a este proyecto.

Carta a María Dolores de Cospedal

Distinguida Señora Cospedal:

Es la primera vez que escribo a una señora. En mi pueblo, cuando se le decía a una mujer “señora”, la gente se reía. Para merecer ese título había que serlo de verdad. Había que tener dinero, como usted; saber vestir para cada ocasión -con mantilla para visitar al Papa-, como usted; tener gente a la que mandar, como usted; ser caritativa, es decir, dar de lo que a uno le sobra, como usted, que trabaja sin descanso por los demás en el partido de los trabajadores.
Usted que quita el dinero a los ricos, para dárselo a los pobres, a los desahuciados, usted tiene clase, no como Celia. Usted no es vulgar hablando. Controla. Lo que más admiro de usted es la frialdad cuando habla. La envidio. Yo me descontrolo rápidamente, la rabia me puede, muerde mis bajos fondos, me delata y acabo diciendo lo que pienso. A veces, hay quienes me replican «me ofendes» y yo intento controlar para pedirles perdón, pero no lo consigo. La admiro, señora, la admiro. ¿Dónde se aprende a ser así?

Felicitación

Querido Rafael:

Mi nostalgia se deberá a una antigualla, pero aquellas felicitaciones por navidad (tarjetas a todo color con dibujos o fotos o reproducciones de cuadros y paisajes; el sobre a juego; el sello con un ave o un barco o una bandera) requerían la imaginación de quienes las enviaban; era una elección que, en cierto modo, representaba a cada uno de los remitentes. Ahora las felicitaciones son previsibles, peor redactadas y se hacen a través del correo electrónico; de mensajes por el móvil, pretendidamente originales y graciosos, que están multiplicados por cientos de miles en todo el país.
Los únicos christmas que todavía recibimos, en papel satinado y grueso y con su sobre, son el de la empresa que nos hizo una obra en la cocina, el de la compañía de la luz Iberdrola, el de seguros Santa Lucía o el de la zapatería Arreglos La Veloz, que es donde nos ponen las medias suelas.
Colocadas todas las felicitaciones sobre la cómoda del salón, abiertas y ordenadas por tamaños, el mueble parece un expositor de marcas que te desean cosas tan imprecisas como «lo más venturoso para el 2013». Tarjetones rubricados por los dueños o presidentes, cuyas firmas resultan ilegibles en la mayoría de los casos.
Te comento esto, querido Rafael, porque entre las recibidas me ha conmovido una felicitación bermellona del banco Santander, amablemente dedicada por don Emilio Botín. ¿Sabía él que el próximo jueves 17 debo acercarme a la sucursal del barrio para entregar las llaves de la casa que ya no puedo pagar? ¿Es un rasgo de humanidad, espontáneo o madurado, que trata de paliar mi angustia por estar obligado a seguir amortizando las mensualidades de la hipoteca generosamente concedida cuando yo estaba en paro? ¿Cabe la posibilidad de que me mandara la tarjeta de felicitación para reutilizarla como un salvoconducto en la sucursal y su director me admita la dación en pago que, si bien me dejaría igualmente en la calle, permitiese que mi inminente viaje a Düsseldorf fuera más sosegado y esperanzador?
En Düsseldorf me han ofrecido un puesto de camarero en el prestigioso Heinemann Konditorei. Sé que el trabajo nada tiene que ver con mi condición de topógrafo, pero aquí, ya sabes, hay poco que medir. Me pagarán 800, y me ceden un piso compartido con otros cuatro ilusionados compatriotas. Fraternizaré enseguida; conoces mi carácter.
Cuando lleguen las próximas navidades te alegraré con buenas noticias sobre mí. No esperes que te envíe un destartalado correo electrónico, tampoco un mensaje raquítico por el móvil. Te mandaré una felicitación como las de antes: papel grueso, motivos en relieve, sobre forrado, y buscaré un sello donde puedas ver el Rin.

Un abrazo

La travesía

Ángel Olgoso

Los dos hombres caminamos en silencio sobre la tierra caliente y desolada. Nos trasladamos a algún lugar más herboso, una junquera quizá. El aire de la mañana es ya sofocador. El otro, que va delante, tironea de mí valiéndose de la cuerda que me ató al cuello. Cuando siente hambre, nos detenemos. Aferra su cuchillo curvo, desuella una de mis nalgas, extrae varias porciones mollares y cose el festón de piel. Una vez saciado con mi carne viva, continuamos andando. De este modo, precavidamente, sin acceder nunca a ninguna de mis vísceras, adorna las zonas menos huesudas con una extraña caligrafía de cicatrices. Cuando siente sed, basta una diminuta incisión del cuchillo curvo en una vena estratégica para que se provea de mi sangre, situándose debajo con la boca abierta, como los bebedores de lluvia. Noto entonces el corazón más liviano. Él, mostrando en sus movimientos un interés sincero y renovado, presiona otro jirón de tela contra la herida hasta que deja de sangrar. A veces, durante la interminable travesía, creo ver en lontananza un manchón verde, el perfil móvil y ensoñador de un oasis, de un regato, de un espejismo.

Deja al abuelo, que mañana tiene que trabajar

Los aumentos de la edad de jubilación y del periodo de cotización comienzan con el nuevo año. Se harán de forma gradual; cuanto más tiempo pase, más tarde te jubilarás y más tendrás que haber cotizado. Los afectados somos todos, pero imagino a los que iban a jubilarse en cinco años con la pesadilla de la puerta que se aleja por mucho que corras. Pensarán nuestros amigos gobernantes que si alguno revienta, eso se ahorran. Para cuando lleguemos los demás, con el continuo aumento previsible, nos quedará el suicidio o la delincuencia senil, según carácter.

Más información en esta noticia de El País.

 

El pueblo guiando a la Libertad

Los periodos vacacionales son fechas idóneas para introducir cambios drásticos. La gente está más dispersa y menos beligerante. El revuelo se mitiga y, después de las fiestas, ya es tarde para actuar. Ellos lo saben bien. No nos confundamos: son sinvergüenzas, no estúpidos. Después de aprobar la privatización de la gestión sanitaria en Madrid, que se extienda es solo cuestión de tiempo.

Lo siguiente es la reforma del Sistema Educativo. Son ellos los que lo llaman reforma, yo lo llamo expolio.

Estas son las medidas más graves que se han adoptado en nuestro país en las tres últimas décadas. Ahora solo nos queda una pregunta: ¿Qué vamos a hacer?

Podríamos emular a Islandia o, si reprimiesen la acción ciudadana pacífica, quizá tengamos que volver la vista más atrás. La Francia del siglo XVIII sería un buen ejemplo.