“Escribir me ayuda a poner en claro algunas cosas, a liberar impulsos y aumentar la conciencia de estar vivo.”

David Leo nació en Málaga, en agosto de 1988. A los dieciocho años ganó el XXI Premio de Poesía Hiperión con la obra “Urbi et Orbi”, convirtiéndose en el galardonado más joven del Certamen desde su inicio. Es también autor de los cuadernos “escrito escroto escruto” (2006) y “Demanda de Sol” (2007). Colabora en diversas revistas literarias y ha aparecido en varias antologías. Actualmente estudia Filología Hispánica en la Universidad de Málaga y está becado por la Fundación Antonio Gala.

¿Qué influencias familiares o sociales motivaron tus inicios?

Una suma de factores entre los que podrían contarse el carácter introvertido, el paso por un momento no especialmente pletórico, la curiosidad por las letras y el desenvolvimiento de las relaciones humanas.

¿Cuándo fuiste consciente de que la escritura podía ser un proceso vital? Al principio, ¿la considerabas sencillamente una afición?

La verdad es que escribía sin mucha reflexión, sin catalogar la escritura como afición o algo más trascendente. En aquel momento me servía como terapia, para liberar impulsos reprimidos. Luego se convirtió en algo más amplio.

¿Qué cambios provocó la escritura en tu vida?

Escribir me ayuda a poner en claro algunas cosas, a liberar impulsos y aumentar la conciencia de estar vivo. Entiendo el hecho de publicar como una forma de comunicación con mi arma más eficaz. Mi conversación es mucho más pobre que mi escritura.

La mayoría de las críticas que he leído sobre tu obra Urbi et orbi insisten en el desencanto del poeta: ¿Es necesario ese desencanto, y quizá la aceptación de la soledad, para escribir poesía?

La soledad, sí. Para ser artista es necesario algo de introversión, de aislamiento, de ver la vida desde sus límites. Desencanto, no necesariamente, aunque siempre ayuda tener dos formas de ver la vida contrastadas, la anterior y la posterior al “desencanto”.

Has dicho: “Normalmente se piensa que la poesía sirve sólo para expresar sentimientos, eliminando todo conocimiento y el proceso de búsqueda en el lenguaje”. ¿Te refieres a que, lo mismo que la física, las matemáticas, la psicología o cualquier otra disciplina, la poesía también puede aportar un conocimiento de la realidad?

Claro, un conocimiento no empírico, no demostrable, una ciencia de la sinrazón humana. En este apartado es un maestro Pessoa, que sabe hacer materia poética de nuestras atribulaciones y las paradojas de la vida.

¿A qué lector te diriges cuando escribes? ¿Cuál es la intención de tu poesía –y siendo denominada en algunos ámbitos como asocial–, pretende cambiar algo?

Escribimos para un ente abstracto que tiene mucho de nosotros mismos, o de quien nos gustaría ser. ¿Cambiar algo? Hombre, no vamos a detener un terremoto, pero con llegarle a una estudiante de Filología…

En tu obra aludes a la mediocridad que te rodea, a la inercia. Entonces, ¿construir o destruir?, ¿la destrucción también puede ser creativa?

Tres años después de escribirlo, no comparto muchos presupuestos de “Urbi et orbi”, ni estéticos ni vitales. El que menos, querer adoctrinar con la escritura, el intento de una lección moral. También me asfixia que en el libro sólo aparezca una voz afincada en un yo. Por eso estoy ensayando ahora un libro polifónico, donde diversas voces tienen cabida, buscando así una poesía hecha por todos, como quería Lautréamont.

Durante una entrevista dijiste refiriéndote a tus versos: “A veces surgen cuando haces otra cosa, por eso es inútil imponerse una disciplina, porque unos días pueden salir cuatro y otros ninguno…” ¿Te entregas por completo a la inspiración?

El contenido de los poemas me llega como pequeños destellos, de día, y viviendo. Los registro en la memoria o en una libreta -que acabo perdiendo-, y los rumio, durante meses, hasta que veo posible su realización y me pongo manos a la obra sentado, aislado y de noche.

Decías: “Me gusta que mis poesías guarden secretos”. ¿Son secretos ocultos intencionadamente? Tus poesías ¿también guardan secretos para ti?

No somos dueños de lo que decimos, más bien lo contrario. Con la poesía, aunque se trate de un lenguaje más elaborado, sucede lo mismo. Por otra parte, poetizar es más común de lo que parece; las personas somos unas expertas creadoras de metáforas y metonimias, sobre todo durante el sueño, que según Freud consiste en la sustitución de una idea optativa en una imagen presente. Como la poesía.

¿Cuál ha sido el último libro que has leído? ¿Cuál el que has abandonado?

En ensayo estoy descubriendo al crítico Cyril Connolly. En poesía, a Mark Strand. Abandoné La náusea, de Sartre, un libro vomitivo desde el título.

Esta entrevista será leída por muchos aspirantes a escribir poesía, ¿podrías sugerir tres obras que, para ti, son de ineludible referencia?

Para aquellos a los que todavía les cueste asimilar los resortes poéticos, propongo a Donne, Whitman o Pessoa, que exigen un esfuerzo breve que siempre se ve recompensado. Para los ya familiarizados, César Vallejo, Rilke, Eliot, Keats. Y un español: Aleixandre.