Un texto nunca sale a la primera. Se precisan muchas revisiones para aproximar el relato escrito al soñado. Por eso se dice que la verdadera escritura es la reescritura. No obstante, necesitamos un primer esbozo, y este exige una actitud distinta de la requerida en las correcciones.
Si nos disponemos a escribir un primer borrador desde las severas exigencias de la autocrítica, el ejercicio estará condenado al fracaso. Antes necesitamos cierta insensatez que permita fluir tanto al texto como a las ideas, ya que el principal censor suele ser uno mismo.
Estamos hablando, por tanto, de ejercitar la doble personalidad del creador: por un lado, la de quien parirá arrebatado el esbozo y, por el otro, la de quien lo adecuará con mirada crítica desde cierta distancia.
En los talleres de escritura se suelen utilizar unas reglas, propuestas por Natalie Goldberg en su libro El gozo de escribir, para facilitar la redacción del primer borrador. Son las siguientes:
1. Mantén la mano en movimiento. No te pares para releer la frase que acabas de escribir. Eso sólo significa poner obstáculos e intentar asumir el control de lo que se está diciendo.

2. No borres. Esto significaría confundir la creación con la revisión. Aunque hayas escrito algo que no tenías intención de escribir, déjalo.

3. No te preocupes por la ortografía, la puntuación y la gramática. (Ni siquiera te preocupes por salirte de los márgenes o líneas de página).

4. Pierde el control.

5. No pienses. No te dejes engatusar por la lógica.

6. Apunta a la yugular. Si al escribir, sale algo que te da miedo o te hace sentir vulnerable, zambúllete dentro. Probablemente está cargado de energía.
Nos gustaría abrir la alacena y encontrarnos ya hecho, junto al paquete de galletas multicereales, el libro que desearíamos escribir, en edición de lujo y con nuestro nombre en la portada. Pero, por si esto no ocurriese, mejor será continuar escribiendo borradores sobre los que trabajar, y cuanto más sueltos nos sintamos al redactarlos, mejor.