Ya no nos sorprenden algunas cosas que suceden a diario. Debe ser por considerarlas más familiares y sabidas. A esta actitud me refiero con lo de “tópico”, que también podríamos llamar mito o fantasía.

Vivimos envueltos de más mitología de lo que creemos. Y hasta que no reparamos en ello no nos damos cuenta de lo típicos que son esos tópicos en nuestra realidad y en lo que la escenifica, como a continuación propongo refiriéndome a unas secuencias de dos películas. Si no nos adormecemos en la pasividad habitual del espectador podremos atrapar dichas fantasías, pues están bajo la forma visual que las hace pasar desapercibidas: son como los cimientos, no los vemos pero sostienen el edificio.
En “Dogville”, un susurro alerta al perro que ladra anunciando un peligro que los hombres no pueden percibir. El peligro es nuestra heroína que se acerca, huyendo de un asesino que resulta ser su padre. Un susurro alerta a “La intérprete” en un idioma reconocible para pocos, incluso en la ONU, sobre el peligro que acecha al tirano del país africano del que ella huyó y que llegará en pocos días.
Alejándose del padre, en “Dogville”, la heroína quiere encontrarse. Pero al mismo tiempo huye de sí misma sin saberlo, como Edipo de la tierra de los que creía sus padres. Huye del peligro que ella encarna y que le avisa, como si de un oráculo extraño se tratara, en la frase: “¡Nadie dormirá aquí esta noche!”.
En “La intérprete” quizá el tirano tampoco dormirá, porque un oculto designio quiere apresurar su noche. Pero a nuestra heroína la salvan de ser instrumento de muerte. Sin duda, el cine exagera y la muerte no es el único peligro que nos acecha. Más sigiloso es infatuarse. Y más habitual que, en el tópico del peligro y de la huida, no reconozcamos ésta ni sepamos de aquel, inconscientes, como postula el psicoanálisis, de lo que se nos susurra y de lo que encarnamos. En ambas películas Nicole Kidman hace el papel de heroína, ¡ya casi mito ella misma!