Slawomir Mrozek (1930) no sólo es un autor de culto en su país natal, Polonia, sino en el resto del mundo. Tan admirado por sus obras de teatro –Striptease o Tango, cercanas al absurdo de Pinter, Artaud o Ionesco– como por sus celebrados libros de microrrelatos, de los que mantiene 4 ó 5 títulos constantemente reeditados: cualquiera de ellos es memorable.
Mrozek domina las técnicas del relato corto como pocos autores en la historia de este género. Con los detalles más nimios, que a cualquiera pueden pasarnos inadvertidos, es hábil para convertirlos en hechos trascendentes inventando argumentos sorpresivos de impecable desarrollo e inesperado final. La brevedad de sus historias, a las que nunca les sobra una sola palabra, está repleta de agudeza psicológica. Curiosamente, además, parece que escribe divirtiéndose; desde luego –y eso es de agradecer–, divirtiéndonos.