Haber compartido escenario con Frank Zappa y los Mothers en 1971, puede parecer una ventaja para alguien que pretende vivir de la música. Tom Waits, el artista californiano nacido en 1949 en Pomona, pueblo del área metropolitana de Los Ángeles, podría recordarse a sí mismo, en aquella época, como recolector de frutas o verduras y telonero en los escenarios donde actuaba el gran músico de rock.
La voz de Waits recuerda a una hormigonera cargada de grava de la que manan matices trágicos y románticos a la vez. Noctámbulo, cantante, escritor, compositor, actor… Influenciado por músicos tan dispares como Ray Charles, Frank Sinatra, Stravinski, Louis Armstrong, Irving Berlin o George Gershwin; adicto a la ropa de mercadillo: trajes viejos y botas de puntera inverosímil; aficionado a los destartalados y enormes coches americanos de los años 50 (sobre todo Buicks); a moteles que se anuncian con neones tartamudos donde deambulan corazones rotos, proxenetas estrafalarios, chicas emigradas de Oklahoma, Dakota, o quién sabe, que por unos dólares encajados en el liguero ofrecen su danza de rímel, en cualquier local de falso burlesque, a algún camello de tercera adicto al género con que trafica. En definitiva, a una multitud de almas desarraigadas, sin rumbo hacia dónde dirigir sus vidas y que cada día, como cualquiera de nosotros, se arriesgan a abrir su caja de Pandora particular.
Waits, lector de Jack Kerouac, Gregory Corso, Allen Ginsberg y Charles Bukowski, entre otros, es un excelente narrador de la soledad que nos une a todos. Revive a los personajes de sus canciones con ternura y les reivindica cierta dignidad triste, y a la vez bravucona, característica de quienes esperan poco de la vida; tan solo unas copas de licor y algo de conversación, no demasiada. Peregrinos que se mueven entre la urdimbre gris del humo de tabaco, outsiders que se agolpan junto a una juke-box buscando la última ronda al calor de una barra de bar.

Libro recomendado: Charles Bukowski, Poemas de la última noche de la tierra. Editorial DVD poesía
Disco recomendado: Tom Waits, Real Gone (Epitaph) 2004