Escrita y dirigida por Eliseo Subiela en 1992, e interpretada por Darío Granidetti, Sandra Ballesteros y Nacha Guevara.
Película genial para unos y denostada por otros, fue premiada en el festival de Montreal y candidata al Oscar como mejor film de habla no inglesa en el año en que ganó «Cyrano de Bergerac», de Jean Paul Rappaneu.
Aviso: Las actitudes excesivamente «realistas» despreciarán o no soportarán el contenido poético de esta película. Se trata de una historia, con abundantes claves simbolistas, al servicio de la visualización de la poesía o, si se prefiere, de una poesía –la de Mario Benedetti, Juan Gelman y Oliveiro Girondo– tramada en imágenes.
En «El lado oscuro del corazón», Oliverio, el protagonista, un poeta bohemio en Buenos Aires, busca tenazmente el amor. Para Oliverio la poesía y el amor son los únicos ingredientes de lo que él considera una vida plena. La poesía está arraigada en su vida y la respira junto a sus amigos, un escultor que insiste en realizar sus obras inspiradas en el sexo –y para el que todos los problemas son consecuencia de que las personas «estén mal folladas»– y un profesor canadiense de lengua que cree que la muerte lo espera en Canadá. Mientras los tres buscan la belleza, subsisten gracias al trueque de poemas por comida que Oliverio consigue con el dueño de una taberna portuaria.
El amor, sin embargo, parece esquivar al protagonista. A lo largo de la película se suceden las relaciones con mujeres de las que no consigue enamorarse enteramente. Las perdona cualquier defecto, excepto “que no sepan volar”. Por fin Oliverio encuentra en Ana, una prostituta de Montevideo que lee a Benedetti. Con ella “vuela”, y se enamora. Pero Ana también vuela aunque, sorprendentemente, elige Iberia y a Barcelona como destino.
La muerte (la muerte en sí, pero también la repetitiva cotidianidad, el hastío en trabajos que no gustan o la mentira) es un personaje interpretado por Nacha Guevara: persigue al poeta y trata de seducirlo, pero él rechaza continuamente su oferta de una vida burguesa.
La atmósfera de la película, los poemas entretejidos con las imágenes y la música, consiguen una comunión sensible con el espectador. Nos hace respirar en el país común de los que aman la poesía, donde las nacionalidades se crean por afinidades que no son territoriales.
El estilo de «El lado oscuro del corazón» fue posteriormente imitado por otros cineastas que nada aportaron; el mismo Eliseo Subiela concibió una segunda parte que resultó desastrosa. Los amantes de un cine lírico no exento de perspicaces propuestas críticas, también pueden ver una maravillosa película coetánea: “Leolo”, de Jean-Claude Lauzon. Y, desde luego, nadie debe perderse la clásica y memorable “Hiroshima, mi amor”, del gran director Alain Resnais, cuyo guión escribió Marguerite Duras.