Cuando al cumplir setenta años, Freud fue aclamado como “descubridor del inconsciente”, él mismo rectificó a quien así lo llamaba, y rechazó tal nombramiento. “Los poetas y los filósofos descubrieron el inconsciente antes que yo”, dijo. “Lo que yo descubrí fue el método científico con el cual se puede estudiar el inconsciente.” Esta advertencia de Freud nos indica la precisión con la que situó su descubrimiento, y de otra parte el reconocimiento a los escritores que habían indagado en el comportamiento humano; obras literarias de las que Freud hizo uso en sus investigaciones, además de disfrutarlas con placer de gran lector. En efecto, la repercusión de la teoría psicoanalítica sobre la literatura y el arte en general no fue menor que el causado en Freud por la literatura.
Al ser la propuesta freudiana –lejos de anteriores y posteriores conjeturas psicologistas– la única explicación sistemática de la mente humana, contribuyó a que novelistas o poetas comprendieran mejor a personas y personajes, ampliaran sus temas, renovaran sus tramas y argumentos, presentando sus obras de manera más completa y profunda. No afirmamos que los escritores anteriores a Freud hayan sido menos perspicaces que quienes han escrito después de él, pero a cualquier novelista puede serle hoy más comprensible la vida inconsciente que al que hubiera entrado en contacto con ella por simple intuición. El creciente conocimiento del psicoanálisis –aún siendo censurado por las psicologías y psiquiatrías oficiales, y por mentalidades conservadoras nada dispuestas a los compromisos enérgicos– ha facilitado que los escritores enriquezcan, mediante la condensación, desplazamiento, determinación múltiple o elaboraciones secundarias, por recordar algunas posibilidades, su vocabulario, sus imágenes y sus oportunidades combinatorias.
Los escritores contemporáneos, si desean ser incisivos, deben contar con cierto conocimiento de la realidad psicológica. Su obra aportará dimensiones sugerentes; mayor hondura de la que el lector saldrá beneficiado. Beneficio al poder encontrar, tanto en la escritura como en la lectura, significados nuevos en las obras de nuestro pasado literario y propuestas excitantes en las actuales.