Guy Limone nació en Villefranche sur Saône (Francia) en 1958. Estudió Bellas Artes en Lyon, en la Escuela de Arte de Aix en Provence y en la Escuela Nacional de Bellas Artes de París. Vive y trabaja en Marsella y, desde 1992, ha expuesto regularmente en la galería parisina de Emmanuel Perrotin. Recientemente pudimos disfrutar de la obra de este artista internacional en ARCO Madrid 2009, presentada por la Galería Gacma, de Málaga.

Figuritas de plástico, fotografías, diapositivas sobre tubos fluorescentes, ¿cómo llegó a usar esos materiales para sus obras?

De joven, cuando estudiaba Bellas Artes, me di cuenta de que tenía talento para el dibujo, pero los volúmenes se me daban mal. Por otro lado, cada miércoles y durante las vacaciones, trabajaba con niños y me gustaban sus juguetes (caballitos, cowboys, cochecitos), me recordaban mi infancia. Quería crear composiciones con esos objetos. Hice una obra con muchas figuras en miniatura, pero no me pareció que representaran la realidad hasta que las coloreé. Las figuritas pusieron el volumen, así pude superar mis limitaciones y no quedar excluido. Porque el arte excluye.
De las figuritas pasé a usar fotografías y, más tarde, diapositivas sobre tubos fluorescentes, cuya luz y curvatura proporcionan una dimensión, unas formas y colores, que la fotografía no tiene. Es decir, volumen.

A menudo las estadísticas son motivo de sus creaciones. Debido al carácter inalterable y global de esos inventarios, ¿el individuo pierde interés en su obra?

En realidad, el individuo soy yo, inundado cotidianamente por imágenes, cifras, datos estadísticos. Yo utilizo esos datos para construir una forma personal de verlos, y esa es mi manera de escapar de la invasión. El individuo que sobrevive en la obra es el artista.

Las estadísticas afirman o desdicen, provocan rechazo o asombran felizmente, pero no resuelven la complejidad personal. ¿La propuesta de su obra va más allá de la enumeración de personas y cosas?

La estadística es, en realidad, una forma de geometría, y ambas pueden entenderse como un modo de proyectar el mundo. Por ejemplo, cuando oigo que un francés entre mil está en la cárcel, yo represento mil figuritas metálicas uniformes y sólo una de ellas es un nadador que se zambulle
(en francés, “zambullirse” es un término coloquial para referirse a quien entra en prisión). En el caso de los estadounidenses, el dato es uno sobre cuatrocientos. Intento representar estas relaciones con humor.

¿Cómo justifica que, tratándose de temáticas serias, las muestre con humor?

El humor permite soportar la vida. Me gusta jugar con los extremos: grande y pequeño, lejos y cerca, seriedad y humor, cultura popular y arte histórico. Procuro centrar mi obra en la gente cotidiana, para quienes el humor está siempre presente en sus vidas. A veces, al arte le falta humor, y seriedad.

En nuestro Taller de Escritura, una alumna relacionó algunas de sus obras con La Vie, mode d’emploi, el mosaico de vidas de su compatriota, Georges Perec. ¿Tiene para usted sentido esta asociación?

Yo no cuento historias. Mi obra es más cercana a la poesía que a la novela. Soy un amante de la novela de Perec, pero no creo que haya una relación directa por más que admire el mundo relatado a través de la literatura.

¿Cuáles son sus lecturas habituales? ¿Qué escritores le influyen?

De niño leía mucho, me interesaba Jean Jacques Rousseau, pero era un fanático de Rembrandt.
Más que escritores, algunas obras me han influido. Viaje al fin de la noche, de Céline, por ejemplo. Aunque hay escritores muy personales y centrados en el individuo, las artes plásticas me interesan más. Sobre todo, aquellas que definen el arte minimalista, como las obras de Mondrian y Kazimir Malevich. La literatura me ayudó, pero con la pintura encontré esa distancia que me ha permitido hacer un trabajo sobre la sociedad, no centrado en mí.
Una de las cosas que lamento es no leer lo suficiente en la actualidad. La actividad que desarrollo requiere muchísimo tiempo.

En esa actividad tan intensa, ¿qué lugar ocupa la disciplina?

Siempre llevo mi cámara de fotos, recorto continuamente imágenes de revistas y periódicos, también cuando viajo. No consiste en buscar una inspiración. Se trata de encontrar entre todas las posibilidades, decidir qué estadísticas voy a utilizar para representar mis ideas, qué colores voy a resaltar en cada ciudad. Mi vida es un trabajo continuo. Mi obra, un proceso de selección y filtrado.
Lo ideal sería visitar todos los países y realizar una exposición en una sala representándolos. Es un trabajo posible. Ha habido escritores que intentaron representar el universo.

Desde 2005 ha participado en varias ocasiones en ARCO. ¿Qué opinión le merece esa muestra internacional?

Después de la dictadura, el arte contemporáneo no existía en España. A la edición de ARCO del año pasado asistieron unas 150.000 personas. El ansia de descubrir caminos nuevos, la sed del público español por el arte contemporáneo, me resultan admirables. La FIAC, una institución que cuenta con 50 años de tradición, tiene alrededor de 60.000 visitantes, y supuestamente somos la capital del arte. Hay más ventas en Londres o en Miami, pero hay muchísima menos gente. Uno tiene la impresión de que en España hay una cercanía entre el arte y el pueblo. Visité el Museo Picasso de Málaga (que no es gran cosa, por otra parte) y quedé agradablemente impresionado: había mucha gente, muchos jóvenes.

Por último, le agradeceríamos que nos diese sus impresiones acerca de la situación del Arte Contemporáneo.

Una parte del arte contemporáneo está demasiado dirigido a impactar mediante la provocación. La sociedad moderna está orientada a los resultados, al dinero, es violenta, y todo eso lo recoge el arte, pero a mí no me interesa. Yo también soy alguien angustiado, pero entiendo que el arte debe tender hacia un equilibrio.
No es un fenómeno nuevo. Picasso escandalizó en su momento con Las señoritas de Avignon. Sin embargo, más que la novedad, en sus obras buscó la celebración de la vida. Matisse, pintor hacia el que me inclino más, también tuvo una época en que escandalizó con su arte.
Por desgracia, existe una concepción muy limitada del arte, consistente en la visita a una galería o museo para ver unas obras determinadas. Sin embargo, dos camiones, uno rojo y otro azul, y el contraste de colores y formas con los propios de la calle, se pueden percibir como una expresión artística. Hay quien considera el arte como una actividad lúdica. Para mí es una forma de entender el mundo.