Otra forma de percibir la realidad es la poesía. Es decir, de percibir lo que la realidad oculta. La realidad como entramado, como construcción de nuestra sociedad que nos impide ver lo que hay. Que nos impide asomarnos al vértigo o la oscuridad porque nos dan miedo. O porque son un peligro para el orden establecido.
La poesía en el fondo consiste en una mística. Nunca se han señalado suficientemente las semejanzas entre la poesía y la mística. La mística usa siempre el lenguaje de la poesía, no puede usar otro. Porque es un conocer por medio del amor el secreto de la vida. Y la poesía también es un acercamiento por amor a las cosas. Es un mirarlas con la intuición, con la imaginación. Un mirar a las cosas tal como aparecen, no clasificándolas y seccionándolas. Es un ver el aura, el vértigo que reúne a todas las cosas. El vacío que buscaban ciertos pintores chinos. Esa atmósfera que querían captar todos ellos. Al contrario que la pintura occidental que a menudo también se hizo minuciosa y pesada, al desembocar en el realismo.
La poesía descubre otros aspectos del mundo que no descubren las ciencias. Ni la filosofía en el sentido occidental académico de la palabra. Porque en el fondo la verdadera filosofía es una poesía. Por eso Nietzsche acabó en la poesía y Heidegger se sirvió de ella. Y Schopenhauer desembocó en grandiosas metáforas. Y Platón fue uno de los más grandes poetas, y sus símbolos nos siguen cautivando después de milenios. La poesía descubre la riqueza y la ambigüedad del mundo. Descubre su belleza y su locura. La poesía es el delirio por excelencia. Como decía Vigny todos los filósofos se desmienten unos a otros, mientras que los poetas se complementan. Porque el poeta no pretende establecer ningún sistema, sino dar testimonio de cada sorpresa del mundo. Mientras que la filosofía siempre está estableciendo sistemas. Y el sistema es lo que es radicalmente falso. Porque es una camisa de fuerza. Porque es una mezquindad.
La primera sabiduría fue la poesía, señaló Vico, que quiso hacer una ciencia nueva acerca de la Historia. Es decir, según él creía, del hombre. Las obras más antiguas de los sabios griegos son poemas. Y todas las culturas, como ha señalado Eliade, vierten sus saberes profundos, su acercamiento al mundo, a través de imágenes y símbolos. Que son la clave de la poesía. Hasta un tipo tan árido como Marx tiene que servirse a menudo de metáforas y de citas de los poetas. Y eso no lo hace como un mero adorno, sino que le hace entrar con más penetración en lo que quiere decir. Entonces la poesía no es decir cosas bonitas, y tampoco es un mero adorno del que podamos prescindir. Si no existiera la poesía habría todo un sector del mundo al que no podríamos acercamos. Hasta el hombre más romo se ve obligado en ocasiones a hablar en términos poéticos. ¿Qué ocurre entonces? ¿Será la poesía algo verdaderamente necesario?
Como diría Rimbaud, es un medio de acercarse, de anotar lo inexpresable. Porque no hay nombres para las cosas. Y el lenguaje exacto y preciso que querían los positivistas lógicos es uno de los más falsos del mundo. No sirve al menos para exponer el temblor de la intimidad, los movimientos de la subjetividad. Y éstos, ya lo hemos dicho, no están de más en el mundo. Más bien son su inquilino más importante.