«Quienes nunca piensan más allá de lo que dicen y nunca ven más allá de lo que piensan tienen un estilo muy decidido.»
El caso de Joseph Joubert es asombroso: jamás publicó un libro. Escribió miles de páginas sublimes que, fatalmente, su exigencia obsesiva no aprobó por «falta» de belleza, «poco» elevadas o inoportunas. Debemos a su mujer que custodiara algunos de sus escritos sobre historia, filosofía, diarios y las impagables notas que le hicieron inmortal para los que continuamos admirando sus reflexiones. A su mujer y a su mejor amigo, el también escritor francés François-René de Chateaubriand, que escogió para el editor muchas de las joyas escritas por Joubert. Catorce años después de su muerte, en 1838, se divulgó aquella primera selección mediante una edición que contó con escasos ejemplares –quizá para los familiares y amigos más cercanos– pero que fue suficiente para situar a Joubert en las cimas del pensamiento francés.
La editorial Periférica publicó en España una nueva clasificación de los aforismos de Joubert; los referidos al arte y la literatura. Sugerencias y afirmaciones descritas con una agudeza, elegancia y maestría incontestables: «Sólo buscando las palabras se encuentran los pensamientos». «Tres condiciones son necesarias para hacer un buen libro: el talento, el arte y el oficio. Es decir: la naturaleza, la factura y la costumbre». «Para escribir bien se necesita una facultad natural y una dificultad adquirida».
Durante mucho tiempo, hasta que la editorial Edhasa publicó Pensamientos en 1995, Joubert fue un autor «secreto», leído en francés; había sido atesorado y escondido por algunos escritores que debieron quererlo sólo para ellos.