La queja permanente es más aburrida que una homilía del papa en quince idiomas. Es cierto que los problemas están ahí y son graves: recortes drásticos de presupuestos; personas y compañías fosilizadas que acaparan las subvenciones; instituciones y programadores que no apuestan por los valores emergentes y solo se ocupan de perpetuar estereotipos. Un escenario penoso el teatral, de acuerdo, pero: ¿debe permitir el verdadero artista que eso lo detenga?
Lo cómodo es escudarte en la queja para no tener que hacer nada y, encima, poder echarle a otros la culpa de tu renuncia. Lo comprometido (contigo mismo y el mundo) es buscar la forma de superar los obstáculos para desarrollar tu arte. Esta segunda vía, llena de dificultades pero también de satisfacciones, es la que han elegido los integrantes del Teatro de la Decepción, una compañía fundada en 2002 que, después de ocho años sin haber recibido ni una sola subvención, se las ha ingeniado para hacer giras por países de tres continentes (Europa, África y América) por sus propios medios.
El director, Raúl Cortés, y el elenco (Salva Atienza, Nerea Vega, Pepi Gallegos y Susana Vergara), todos titulados o estudiantes de Bellas Artes, tienen muy clara su vocación. Procuran negociar para que estos proyectos internacionales se autofinancien pero, al final, muchos gastos salen de sus bolsillos. Las claves para poder costearlos son dos:
1) “No hay subvenciones ni contratos, sentimos la censura hacia los nuevos trabajos”, dice Raúl, “pero tenemos un salón en casa”. Raúl sabe que un elenco no se sostiene arreglando una interpretación cada uno o dos meses en alguna sala. Se requiere un trabajo riguroso, constante y, aunque sea limitada y en forma de donativos, una fuente de ingresos. Por eso, Salva y él utilizan el salón de casa para representar obras teatrales todos los fines de semana.
2) Tras una de las representaciones, nos cuenta Susana:“Esta mañana hice una actuación infantil y luego fui a trabajar a una panadería. He ganado 25€ que todavía no me han pagado. Después me he venido aquí a repasar la actuación. Así es como sobrevivimos”.
Tanto el trabajo de dirección como el nivel de las interpretaciones sorprenden por su profesionalidad. El Teatro de la Decepción surge como respuesta seria a la política cultural de este país e incluso al mismo sector teatral, que se muere de intrascendencia y banalidad.
Actualmente están representando No amanece en Génova, la segunda obra de Trilogía del desaliento, escrita por Raúl Cortés (Llaüt & sensenom ed., Barcelona) que, lejos de tanta comedia inspirada en sketchs televisivos y tanto monólogo de la Paramount, busca devolver el teatro a los actores profundizando en los personajes y en los grandes conflictos del ser humano. Quien esté interesado, puede visitar el enlace:
http://teatrodecepcion.blogspot.com/