Su novela está ambientada en el período previo al comienzo de la Guerra Civil Española. Con la situación política y social que recoge, ¿le resultó difícil no tomar partido?

Cuando uno escribe deja de ser uno mismo, es como representar un papel sabiendo quién es cada uno. Hay escritores que se meten en la piel de asesinos, de seres repugnantes, sin que eso le cause un trastorno. Simplemente, uno sale de sí mismo. Es evidente que mis simpatías iban hacia un lado, pero no recuerdo haber pasado momentos de especial inquina.

Una vez más, el protagonista de esta novela es alguien desorientado, superado por la situación, que se gana con sus limitaciones la simpatía del lector. ¿Por qué siempre elige personajes así?
Son ellos los que se me imponen, eso le pasa a todo el que escribe. Hay un tipo de personaje que viene a ser un trasunto de uno mismo más o menos disfrazado. Las características cambian pero lo esencial se repite porque representa la manera que tienes de estar en el mundo. Con curiosidad, pero al mismo tiempo con desconcierto. Con ganas de marcharte, pero sin irte definitivamente de los sitios.

¿Hay algún personaje de la Literatura que le sirva de referente?

Hay muchos personajes literarios que me gustan. Soy lector. Creo que los escritores debemos ser lectores de grandes clásicos. Siempre he procurado leer a los grandes novelistas rusos, franceses, españoles. ¿Con qué personaje me quedaría? Al final, aunque sea muy vulgar, acabas volviendo a don Quijote y Sancho, esta pareja que es modelo de todas las parejas que van a salir luego. Hasta Stan Laurel y Oliver Hardy, uno delgado y otro gordo, uno listo y otro tonto, y los dos además tan perdidos, porque están enfrentados entre sí y además solos ante el mundo. Es enternecedor. Creo que todos los personajes se reducen un poco a este individuo solo frente a un mundo en el que no está seguro de si va a acertar o no con la contraseña.

Hablando de contraseñas, en Riña de gatos el protagonista, ante el cuadro de Las Meninas, parece concluir que no somos más que enanos y bufones en manos del poder.

Bueno, sí, es un poco exagerada la postura, pero creo que en la novela sí se corresponde, porque esa es la situación histórica. Nada impide que, en un momento dado, los bufones y enanos echen fuera a los del cuadro. Esta nueva visión de Las Meninas se me ocurrió precisamente escribiendo el libro. Fui de vez en cuando a ver las obras del Prado, como hace el protagonista, a ver si me traspasaban un poco de su energía, y pensé que una de las muchas interpretaciones posibles de Las Meninas era que quienes realmente cuentan están fuera del cuadro.

¿Igual que el autor en su obra?

En el caso de Velázquez, el autor está dentro del cuadro. La idea me gusta por eso: el autor del libro está más dentro del libro que fuera.

Antes de ganar el Premio Planeta dijo que La ciudad de los prodigios era su novela más ambiciosa porque en ella había mayor acuerdo entre el propósito y el resultado. Según este criterio, ¿dónde ubica Riña de gatos?

No lo sé porque es demasiado reciente. La ciudad de los prodigios lleva tantos años fuera de mis manos que puedo hablar de ella casi como si fuese la novela de otro. He oído y leído tantas cosas sobre ella, se ha publicado en otros países, en lugares donde solo significa lo que está en el libro, sin connotaciones externas. ¿Cómo ven La ciudad de los prodigios en Japón, Corea, Israel o Polonia? Eso ya me permite tomar una distancia mayor, y no sé si es la mejor, no sé si es la novela con la que estoy más satisfecho, pero creo que es la que más alcanza ese acuerdo.

En 1975, publicó Soldados de Cataluña. La dictadura franquista le obligó a cambiar el título y finalmente el libro se tituló La verdad sobre el caso Sabolta. Aunque se presente de forma solapada, ¿existe en la actualidad alguna forma de censura?

No. La censura siempre es censura. Hay límites que uno mismo se impone y que la sociedad impone, eso es inevitable. Puedo decidir no contar algunas cosas para no ofender a mis vecinos o con la intención de vender más, pero eso no es censura, son obstáculos o motivaciones. La censura es una censura oficial: «yo le diré a usted si puede o no publicar este libro». Eso ahora no existe, y que Dios nos lo guarde mucho tiempo.