¿Qué recuerdos y secuelas se traen de vuelta de la jungla química de Vietnam? Para Travis Bickle —un joven veterano de la guerra que regresa a Nueva York— las respuestas son unas terribles jaquecas, la paradójica soledad en la Gran Manzana y el insomnio crónico. La incapacidad para hacer descansar la mente le obliga a conseguir un trabajo de taxista nocturno, como antídoto contra el tiempo que le sobra entre los momentos que asiste a los cines pornográficos y los ratos que vaga por la ciudad.
Desde el taxi, mientras cruza sobre alcantarillas humeantes y observa los vicios de negros, drogatas, putas y ladrones en las calles, Travis percibe lo peor de la madrugada. Alimenta un asco visceral hacia esos grupos marginados que le inyectan el odio en la nuca y la fantasía de exterminarlos para «limpiar» la ciudad. Travis no es un simple psicópata: ha recogido, literalmente, los peores y más escondidos anhelos de muchos conservadores, reaccionarios o biempensantes que son mayoría en la ciudad y también carnaza excitada para políticos depredadores. Pero no sabemos quién está más loco ni por qué. Tanto Travis como cualquiera de nosotros somos contradicciones andantes: a veces queremos algo y también su contrario. Por eso, aunque Travis siente que la sociedad le ha dado la espalda, quiere, a pesar de todo, integrarse en ella.
¿Cuántos desengaños necesita Travis para perder la razón? Intenta de veras establecer una relación con Betsy (bellísima Cybill Shepherd), y si bien en un principio resulta atractivo para ella, sus rudimentarios recursos la hacen huir. Salvar a una niña prostituta (Jodie Foster), como metáfora de la liberación del mundo que le asquea, tampoco resulta: el poder que su proxeneta (excelente Harvey Keitel) ejerce sobre ella es más fuerte. La sociedad corrupta vuelve a ganar. Todo es confuso, sus esfuerzos no valen la pena. La violencia se transforma en la solución definitiva que encauza su destino y le permite salir de su rutinaria mediocridad.
Scorsese rueda la explosión de la mente de un psicópata, enseñándo nos la pólvora, la metralla y el encendedor que prende la mecha. Sin juzgar a nadie, las secuencias muestran cómo puede cruzarse la línea: las frustraciones que albergamos, si son aderezadas con más instinto que reflexión, pueden canalizarse hacia el odio, la ira y el fanatismo. Acompañamos a Travis en el taxi durante su descenso a los infiernos mientras se muestra como un paleto con botas de cowboy o un desequilibrado guerrero con cresta mohicana. La única dife rencia con el resto es que Travis no da un paso atrás: cruza la línea y pisa el acelerador hasta el final. Asistimos al momento exacto donde se pregunta a sí mismo ante el espejo: Are you talking to me? (¿Estás hablando conmigo?), y fantasea con la idea de ajusticiar al mundo. El espectador siente que se está dirigiendo a él. Travis es un peligroso psicópata, pero también uno de los hombres solos y desesperados que la sociedad construye. ¿Cuál es la diferencia? Que él, del mundo, sólo observa las cloacas, y para un tipo al que la soledad ha perseguido toda la vida, lleno de prejuicios e incapaz de entenderse con el resto, lo raro es no acabar formando parte de esa sociedad que a su vez condena y le repugna. Pierde el control; luce en su solapa la pegatina con el lema del aspirante a presidente de EE.UU.: We are the people. Aplaude y sonríe las ocurrencias del candidato como un panoli, pero con un revólver oculto en la manga.
Es una película llena de metáforas sobre la soledad y muestras de las dificultades de integración generadas por una sociedad fecunda y a la vez hostil, que combina el talento en estado de gracia de Scorsese, De Niro, Bernard Herrmann (musicó varias películas de Alfred Hitchcock) y el guionista Paul Schrader (mucho del guión de Taxi driver tiene que ver con su estado de ánimo por aquella época: abandonado por su mujer, drogas, prostitución… Después se convertiría en un extraordinario director de cine). De obligada revisión cada cierto tiempo, lejos de perder vigencia a sus 35 años, sigue golpeando con la misma contundencia las conciencias contemporáneas.