Primavera sombría es un libro corto e hiriente como un puñal. Su autora, Unica Zürn, nos sorprende por la desnudez con que nos cuenta los secretos de una niña que empieza a dejar de serlo y tiene sus primeros encuentros con el deseo.
La forma de relatarnos el alma de esa niña (de ella misma) con claridad y capacidad de penetración, sin ningún pudor, podría llevarnos a leerla desde alguna posición de enroque. Es decir, a colocarnos como espectadores de un fenómeno que en nada nos atañe y que debe de ser producto de la enfermedad. Sin embargo, si nos atrevemos a tener sólo una pizca del valor que demostró Unica Zürn al escribir Primavera sombría, y nos miramos en él, encontraremos en este libro un inquietante frasco de esencia humana.
Recomendado el 11/2/2016 en Onda Cero, en el programa de Mercedes Lara, Málaga en la Onda.
Primavera sombría
Unica Zürn
80 páginas.
Publicado en Hamburgo en 1969. Por primera vez en España, en 1986.
Su Padre es el primer hombre que conoce ella: una voz grave, unas cejas pobladas, bellamente arqueadas sobre unos ojos negros y risueños. Una barba que la pincha cuando él le da un beso. Olor a humo de cigarrillos, cuero y agua de colonia. Sus botas crujen, su voz es fosca y cálida. Sus caricias son arrebatadas y festivas. Él se divierte con la muñequita de la cuna. Ella le quiere nada más verlo. Al nacer ella, él vuelve de la guerra. La primera impresión que ella recibe de él es profunda e inolvidable. Ella lo prefiere a las mujeres que habitualmente están a su lado. ¡Aquel olor suyo, aquellas manos fuertes y largas, aquella voz profunda!
Pero enseguida, según va creciendo, ella advierte con dolorosa sorpresa que él casi no para en casa. Le echa de menos. Su ausencia le hace conocer la nostalgia.
Cuando él regresa, tras una larga ausencia, le besa la mano como a una señora. Ella se siente fuertemente atraída. Él deja la casa una y otra vez, nervioso, y regresa al cabo de varios meses, bronceado y tranquilo.
Ella no sabe qué hace él durante aquel tiempo. Ella experimenta la atracción que ejercen los ausentes misteriosos. Es su primera lección.