En la última recomendación literaria de la temporada para Onda Cero, sugerí leer a Dorothy Parker por su capacidad para señalar con aguda ironía los desajustes de esa maquinaria a la que llamamos «nuestra sociedad». Lo hice sin saber que la programación de radio se vería alterada por la eurocopa, que había impuesto un fin de temporada precipitado al espacio cultural en el que colaboro. No puedo por tanto presumir de que la elección fuese una forma de reivindicar el sentido crítico frente al circo imperialista del fútbol, pero para mí pasó a significarlo. Me pareció otro guiño de una autora que nos ha regalado un buen montón de relatos minados de cuestionamiento.

Otra coincidencia reforzó esta idea. Ocurrió durante la conexión telefónica con Mercedes Lara, la locutora encargada del programa. En cuanto mencioné en antena el nombre de Dorothy Parker, un helicóptero de la policía sobrevoló mi posición. En lugar de un desastre radiofónico, aquella ruidosa batidora volante trajo el recuerdo de la persecución que esta escritora tuvo que soportar durante la caza de brujas orquestada por Joseph Raymond McCarthy, el senador con cara de bulldog que consagró su vida a convertirse en un reconocido mamporrero del fascismo.

Dorothy Parker

La estrategia de McCarthy fue eficaz y sigue utilizándose hoy día con muy buenos resultados. Consiste en contagiar el miedo a la sociedad contra todo aquello que reclame reformas, mientras te eriges en baluarte contra el peligro comunista. Al fin y al cabo, Dorothy Parker había contribuido a fundar la liga antinazi en Estados Unidos y mantuvo una posición crítica contra la ideología dominante y el papel asignado a la mujer. ¡A la lista negra con ella! Seguro que McCarthy no fue el único lobo rabioso que soñaba con llenar de piedras el estómago de esta maravillosa bruja del cuento. Son las indigestiones que deben asumir aquellos que detectan los fallos de la sociedad y que, aunque sepan que la guerra está perdida, encuentran en la batalla literaria una razón que da sentido a sus vidas, al menos durante un tiempo.

Dorothy Parker acabó alcoholizada, pero eso no la disuadió de su lucha a favor de los derechos civiles. Nombró único beneficiario de su herencia al movimiento de Martin Luther King.

Como antídoto contra la locura de fútbol que nos ha inyectado la eurocopa, hace un mes comencé a administrarme un cuento de la Parker al día. Tras constatar en los resultados de las últimas elecciones que los españoles seguimos prefiriendo la pestuza macartista, decidí subir la dosis diaria a tres relatos. Recomiendo el mismo tratamiento a quien, abrumado por la que está cayendo, se niegue a agachar la cabeza.

 

Dorothy Parker

Dorothy Parker fue columnista, crítica teatral y literaria, dramaturga, poeta y guionista (Ha nacido una estrella, 1937). Pero la faceta profesional por la que ha perdurado y continúa siendo una referencia fundamental es la de cuentista.

Dorothy Parker: Una dama neoyorquina y La soledad de las parejas

Recopilaciones de sus cuentos, escritos entre 1925 y 1940.

Recomendado el 2/6/2016 en Onda Cero, en el programa Málaga en la Onda, presentado por Mercedes Lara.

 

El permiso maravilloso (fragmento)

… Durante todos aquellos meses, había tratado de no pensar en la enorme y vacía distancia entre los dos; y ahora, esa voz lejana le hacía saber que no había pensado en otra cosa. Y sus palabras habían sido enérgicas y apuradas. Y como fondo le habían llegado otras voces alegres, jóvenes, alocadas; voces que él oía todos los días pero ella no; voces de quienes compartían con él su nueva vida. Y él había prestado atención a esas voces y no a ella cuando le suplicó que hablasen un minuto más. Apartó la mano del teléfono y lo mantuvo a cierta distancia con los dedos rígidos y separados, como si acabase de tocar algo horrendo. Entonces se dijo que debía dejarse de tonterías. Si buscas cosas por las que sentirte dolida, miserable e innecesaria, seguro que las encuentras, y cada vez con mayor facilidad, con tanta facilidad que ni siquiera te das cuenta de haberte puesto a buscarlas. Las mujeres solas suelen convertirse en expertas en esta práctica. Jamás debería formar parte de ese desgraciado grupo.
Al fin y al cabo, ¿a qué venía esa melancolía? Si él sólo disponía de unos breves instantes para hablar, pues sólo disponía de unos breves instantes para hablar, y nada más. Estaba claro que había tenido tiempo de contarle que iba a verla, de decirle que pronto estarían juntos. Y ahí estaba ella, ahí sentada, mirando ceñuda el teléfono, aquel teléfono bondadoso y fiel que le había llevado la maravillosa novedad. Lo vería dentro de una semana. Tan sólo una semana. Comenzó a sentir por la espalda y la cintura leves estremecimientos de entusiasmo, como muellecitos que al desenroscarse se convertían en espirales.