Tal vez crean ustedes que solo algunos personajes de novela pueden ser espásticos respecto al tiempo, como le pasa a mi tocayo de Matadero 5, pero yo también lo soy, y el caso verídico que voy a contar así lo demuestra.
Fui a Córdoba con tiempo de sobra para dar un paseo antes de cubrir la noticia de la presentación de un libro y, al pasar por delante de la Delegación de Cultura, me encontré una manifestación de funcionarios en contra del decreto 5/2010. “Nunca se sabe”, me dije, y saqué la cámara de la bolsa.
Un par de señoras peinadas de peluquería y con gruesas gafas negras leían un manifiesto para una televisión local. Sosteniendo las tres sábanas donde se habían pintado las reclamaciones, había unos treinta funcionarios.
Tras realizar este recuento, descubrí un cartelito en el pretil de un parterre situado frente a la sede de la delegación, al otro lado de la calle. Me acerqué a leerlo. Era una hoja donde se solicitaban donaciones para sufragar los gastos de la protesta, con otra hoja plegada para servir de cestillo. Hice una fotografía.
Una treintañera morena, delgada, justo lo bastante guapa como para sentirse superior, tardó menos de un minuto en separarse del grupo de funcionarios para acercarse a decirme:
-Eres tú quien ha sacado una foto del cartelito.
-Sí -contesté.
-¿Me la dejas ver? Dame la cámara.
-No -dije por instinto.
-Pues tienes que borrarla.
-¿Cómo?
-Que vas a borrarla.
Fue en ese momento cuando miré alrededor para comprobar si me había equivocado de país. No, aquello era Córdoba pero, a pesar de las ropas y de las dos bicis de montaña que cruzaron, yo había saltado medio siglo atrás en el tiempo. Observé el llamador de ángeles que llevaba la tipa colgado del cuello. Levanté la vista y no encontré un tricornio sobre su cabeza.
-Te recuerdo que estamos en una vía pública y puedo hacer todas las fotos que quiera ?le dije con calma.
-Y dónde la vas a publicar.
Quise tranquilizarla diciéndole cuál era mi intención:
-La saqué como anécdota. No voy a publicarla.
-Y yo te tengo que creer, ¿no?
Di media vuelta y me largué pensando en lo frágil que es la verdad. Lo que hasta un segundo antes era cierto, se vino abajo con su última frase.
Los viajes en el tiempo existen y son frecuentes. Sólo hay que estar atento a lo que dicen y hacen algunas personas para poder experimentarlos, y no hace falta irse muy lejos.