Cuando el político va a pronunciar un discurso sobre la igualdad, cosa cada vez más frecuente, algo le induce a creerse más igual que el resto. Como no le basta con sentirse así, se ve impulsado a mostrarlo, y sube al estrado. Mientras tanto, un joven elige en un catálogo el tatuaje que revelará al mundo su peculiaridad. Está dispuesto a correr el riesgo de salir hecho otro Cristo.
Los publicistas saben mucho de esta necesidad de reconocimiento y centran sus campañas en la distinción. Incluso se atreven a proponer el nombre de desigual a una cadena de tiendas de confecciones en serie.
Esta preocupación por la originalidad también confunde a quien quiere escribir; puede empujarlo prematuramente a la búsqueda del tema profundo o el argumento inaudito, dos causas del bloqueo creativo que conducen a la renuncia si no se cuestionan a tiempo. No todos tienen tanta suerte como aquel alumno de Torrente Ballester que le pidió: “Me siento capaz de escribir una novela, pero no se me ocurre nada. ¿Podría usted darme alguna idea?”. La respuesta de su profesor fue: “Un hombre quiere a una mujer. Escríbalo”. Sugerencia más valiosa de lo que parece a simple vista, porque la pretensión asfixia el texto, porque no existen los temas novedosos, lo diferente es la forma de tratarlos, y porque es durante la escritura cuando alcanzamos a vislumbrar lo que está por decir.
Si pedimos a los testigos de un accidente que cuenten lo ocurrido, los relatos serán distintos. Aunque coincidan en los hechos, cada uno tendrá su manera de narrarlos. Ahí radica la singularidad, en cómo la transmisión de los padres, las vivencias, estudios, amores y odios, deseos y temores, nos han constituido. Porque no accedemos con el mismo ánimo, ni en el mismo instante o lugar, a las encrucijadas de la vida. A todo esto es preciso añadirle muchos libros —más padres en la lista— y remitirnos al origen: aprender de quienes nos emocionan, para llegar a contarlo de otra forma cuando hayamos dejado de perseguir la originalidad.
Ángel González lo dijo con menos palabras: una poesía surge de otra poesía.