Enrique Brinkmann nació en Málaga el nueve de Octubre de 1938. Cursó estudios de perito industrial aunque los abandonó pronto para dedicarse a la pintura de forma autodidacta. Su primera exposición fue en 1957, cuando ya pertenecía al Grupo Picasso. En 1961 se marcha a Alemania y encuentra trabajo en una fábrica (sin abandonar la pintura). Es expulsado del país por trabajar de forma ilegal, pero consigue volver. Reside en Colonia y Berlín, posteriormente en Roma durante un año. En 1967 regresa a Málaga para dedicarse a la pintura, grabado y dibujo. Desde 1992 alterna su residencia y trabajo entre Málaga y Madrid. A lo largo de su trayectoria, ha realizado más de un centenar de exposiciones, tanto individuales como colectivas, exhibiendo sus obras en el Museo Albertina de Viena, Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Wallraf- Richartz de Colonia, Reina Sofía de Madrid, Museo Provincial de Bellas Artes de Bilbao y Fundación Pablo Picasso de Málaga, entre otros. En 2007 recibe el premio al mejor artista español en ARCO.

Usted ha dicho que las lecturas de Poe, Kafka y Dostoievski, entre otros, le influyeron en el inicio de su carrera. ¿Qué encontró en esos autores y cómo lo trasladó a su pintura?

Leí muy joven “Las noches blancas”, en un momento en que había empezado a pintar casi por distracción y me causó tal impacto que despertó en mí la vocación de la pintura. Me deslumbró su conocimiento del ser humano. Encontré que existían similitudes entre el mundo eslavo y la España de aquella época, aunque el eslavo era más sentimental y profundo. Posteriormente leí con avidez a Kafka, Beckett , Poe, por su modernidad, la evidencia de lo extraño y de la contradicción.

Además de los anteriores, ¿hay escritores contemporáneos que le conmuevan o inspiren?

Me gustan Raymond Carver (si viviera tendría mi edad) y Philip Roth, entre otros. Últimamente estoy muy interesado en la lectura de divulgación científica; cosmología y evolucionismo.

Se puede pintar después de haber vibrado con un libro y se puede escribir partiendo de la conmoción que nos provocó un cuadro. ¿Los procesos creativos –intelectuales– son similares?

La pintura, la literatura, el cine o la música tienen los mismos problemas creativos. Lo que fundamentalmente los diferencia es el material de trabajo, el soporte y sentido de espacio-tiempo. Un cuadro provoca una impresión en décimas de segundo mientras que un relato requiere más tiempo. El escritor corrige mucho sobre el borrador, en la pintura ese llamado “arrepentimiento” no existe, pues cambiaría todo el cuadro.

Después de surgirle la primera idea, ¿cómo planifica su creación?

Tengo un concepto de lo que quiero hacer y posteriormente es el propio desarrollo del cuadro el que me dicta lo que tengo que quitar o poner.

¿Se sirve de la crítica para evolucionar? ¿Cuál merece su consideración?

La principal crítica es la mía por ser la más rigurosa. Es muy importante tomar distancia. Tras un periodo de tiempo, se alcanza una mayor objetividad sobre la propia obra.

Aunque sea el resultado de cambios constantes, ¿hay algo que perdure en toda su obra?

Cuando hice la retrospectiva en enero del año pasado, lo que más me interesaba era ver reunidos cuadros y dibujos del principio hasta hoy para saber si había coherencia en mi obra. Me alegró constatar que la había a pesar de que siempre he estado experimentando y cambiando.

¿En qué momento decide dar una obra por acabada?

Cuando sé que no puedo quitar ni poner nada y el resultado me parece satisfactorio, aunque esta visión depende del momento. Hace unos años decidí filmar con una cámara de video las diferentes partes del proceso creativo. Al visionarlo tiempo después, descubría un punto donde debía haberme detenido y yo, sin embargo, continuaba.

Cuando vende o dona un cuadro, ¿cómo vive ese desgarramiento, esa separación del lienzo que ha convivido con usted?

Ahora es más difícil que al principio. Dedico mucho tiempo a mis obras y existe una implicación personal importante. Si el cuadro va a una institución pública donde lo puedan ver las personas me alegra venderlo. Si es a un coleccionista me resulta más duro, pero estoy obligado a hacerlo porque vivo de esto.
A veces, si encuentro una de mis obras y está a mi alcance la compro. Hace poco adquirí una de los sesenta en una galería de Madrid.

Hoy parece que cualquier concejal de urbanismo aspira a que Santiago Calatrava o Norman Foster edifique en su pueblo un nuevo Empire State. ¿Esta moda en las instituciones públicas también alcanza a la pintura?

Lo novedoso es querer tener un centro de arte contemporáneo. En principio, me parece bien y es culturalmente defendible. Aunque creo que pecan de ser clónicos y sería preferible hacer centros especializados, de obras gráficas, grabados, etc. No es fácil encontrar concejales de cultura con las ideas claras.

En una Galería podemos ver pinturas abstractas a 500 euros y en la siguiente a 30.000. El profano, ¿cómo puede distinguir su valor?, ¿por el precio, por la firma, por su emoción?

Aunque es cierto que hay pintores vivos que cotizan más caro que Zurbarán, el precio no es lo definitorio. Puede ser un pintor joven, bueno y barato. Lo importante no es mirar sino saber ver.

Usted sabe que hay quien desprecia la pintura abstracta: “Eso lo hace mi nieto en dos minutos”. ¿Qué podríamos argumentar frente a esa intransigencia?

La abuela tiene razón. Los niños y los locos siempre son los que mejor pintan. Lo que ignora la abuela es que para que una persona adulta consiga el candor y la libertad de un niño, o un loco, hay que hacer un camino de mucho sufrimiento. La pintura está llena de matices y sutilezas; se trata de una lucha, un proceso dramático.

A un alumno que comienza a pintar, ¿qué consejo –indudable para usted– le daría? ¿Le sugeriría algo que no debiera hacer jamás?

Lo que es válido para mí no tiene por qué serlo para los demás.
Me he preguntado en muchas ocasiones cómo sería hoy mi pintura si hubiese acudido a la Escuela de Bellas Artes. Si hubo mayor libertad para experimentar, o no, es una cuestión que no tiene respuesta. No acudí a la Escuela de Bellas Artes porque en mis inicios no había nada similar en Málaga.
Una experiencia recomendable es pasar unos años en otro país; ayuda a forjar el carácter.

En sus actuales proyectos, ¿con qué está experimentando? ¿Cuándo y dónde será su próxima exposición?

Sigo trabajando sobre malla de acero y, últimamente, he conseguido una técnica de la que estoy muy satisfecho.
El 18 de abril inauguro una exposición de mi última obra en la galería Gacma de Málaga.