Pocos oficios y actividades laborales son hoy en día fuente de satisfacción personal. Añadamos la precariedad del empleo y las cifras de paro y ya tenemos dibujado un verdadero problema de salud psíquica, en términos de pérdida, que la cultura bien podría corregir.
La incorporación de la mujer al campo del ejercicio profesional y la dirección social debe alegrarnos, y lo valoramos como uno de los mayores logros culturales y de salud en nuestro primer mundo.
Hay que reconocer en las mujeres la sabiduría al querer y conquistar un beneficio de este relieve, que Freud realzó hace ya casi un siglo. Actividades que hasta no hace mucho se tenían por vocacionales han ido perdiendo ese valor al ritmo de la pérdida de autoridad “intrínseca” de que gozaban.
La tradición familiar también ha perdido peso. Algunas habitan aún en esos ámbitos de la vocación por ser del orden del arte, de la creación. Curiosamente las más arriesgadas, pues en ellas la autoridad hay que ganarla. Las nuevas tendrán que demostrar su importancia en este sentido. Un reordenamiento del ejercicio del trabajo, de las relaciones laborales y de sus beneficios de salud está en juego y no parece que esta problemática se resuelva declarándolo derecho constitucional.
Profesiones como la enseñanza, la medicina, el derecho, la política, algunas artesanías y oficios… han gozado antaño de un prestigio de autoridad que la ciencia, la ideología, la economía o la tecnología han ido poniendo en su sitio actual.
A los efectos personales sobre los que las ejercen hay que añadir los efectos sobre los que reciben esos servicios. Los resultados no se darán de inmediato y el saldo puede ser positivo. Solo lamentamos la desorientación, la agresividad y empobrecimiento en el tránsito, pues sin el reconocimiento se perdió el respeto por el trabajo y, a veces, por el oficio mismo.
En lo que percibimos un reflejo social de esto, entre otras cosas, es en la pérdida de sentido del término “obrero”, que en lo mental no nos ha de preocupar pues al Inconsciente, obrero por antonomasia, el sentido le sobra.