En el cementerio parisino de Montparnasse, cerca de las tumbas de Baudelaire y Julio Cortázar, hay otra con el nombre de Marguerite Duras (1914-1996) en cuyo pie están cinceladas sus iniciales, M.D. Sobre la sencilla lápida permanece una maceta de barro –así lo pidió la escritora– con una planta siempre bien regada.
M.D. ya era una autora de culto cuando en 1984 con su novela El amante obtuvo el Premio Goncourt, el galardón más importante de las letras francesas. Su conmovedora novela fue leída, entonces, por más de dos millones de franceses y, traducida a cuarenta idiomas, sobrecogió a nueve millones de lectores en distintos países. Tres décadas después esta obra continúa siendo demandada, y no falta en los expositores de casi ninguna librería del mundo.
Para algunos, el argumento de la novela era escandaloso: trata, en el antiguo Saigón, de la atormentada relación de una niña de quince años proveniente de una familia europea rota y dolorida, con un rico y apuesto comerciante chino de unos cuarenta. Pero no sólo es eso. En realidad, el asunto transversal es el aprendizaje de una mujer –de una mujer que comienza a serlo– accediendo desde el amor y sus ceremonias ocultas, desde la inexperiencia insumisa y el ardor indecible, desde la terca expectación y la sorpresa continuas hasta lograr poner nombres a los trozos de su cuerpo, a los fragmentos de su espíritu maltratado. Y todo ello por conseguir una femineidad profunda para renacer, entender algo de la vida y afrontar su difícil porvenir.
En el tercer párrafo del primer capítulo, la protagonista de El amante dice: «Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde». A partir de ese principio, con una calidad estética incomparable (muchos escritores fracasaron en su intento de emular el estilo de M.D.); sin concesiones ni otros adornos; con la estremecedora lucidez que inevitablemente conduce a la soledad; con la precisión metálica que convierte cada una de sus frases en un bisturí que secciona hasta el centro de los sentimientos más íntimos; con el rechazo a cualquier pudor que dulcificase el terror a saber de sí misma –sobre su cuerpo, sobre el amor, sobre su pasado y el sentimiento de culpa–, hacen de esta ¿autobiografía? una pieza literaria universal. De entenderse como tal autobiografía, M.D. advirtió durante una entrevista concedida al prestigioso programa televisivo francés Apostrophes: «No lo es aunque lo que aparece en el texto haya sido verdad alguna vez».