Después de rodar The Last Waltz (El último vals), una extraordinaria película-documental sobre la despedida del grupo musical The Band –que cambió el modo de filmar la música y a sus intérpretes–, Martin Scorsese finalizóNew York, New York, una extraña historia ambientada en los 40 que interesó a pocos y causó un des Después de rodar The Last Waltz (El último vals), una extraordinaria película-documental sobre la despedida del grupo musical The Band –que cambió el modo de filmar la música y a sus intérpretes–, Martin Scorsese finalizó New York, New York, una extraña historia ambientada en los 40 que interesó a pocos y causó un descalabro económico a United Artists. ¿Qué clase de director quería ser? ¿Un clásico de Hollywood o “de culto” a la europea? Sufría una compleja crisis existencial contra la que se aplicaba un plan sencillo: taladrarse el estómago con alcohol y dejar KO a su hígado. Tocó fondo en un hospital.
Robert De Niro –su hermano, su amigo– visitó a Scorsese en el hospital; apareció con un esbozo de guión bajo el brazo y una obsesión: recrear la vida del irrepetible y autodestructivo boxeador Jake La Mota. Sin más preámbulos, le insistió: “Sabes que puedes hacer esta película. ¿Quieres hacerla?”. Finalmente Scorsese accedió. No sabía nada sobre boxeo. Fue a ver un par de peleas y retuvo las imágenes de la esponja y de las cuerdas goteando sangre: quería esa realidad pero también darle un giro emocional narrando la cruel historia de alguien que fracasa al triunfar. Creyó que iba a ser su último largo y un reflejo de su propia vida: cuando se toca fondo –debió de pensar– sólo queda el impulso. Creó secuencias e imágenes sin concesiones que confirmaron su maestría. Toro salvaje fue y es un referente que ningún director puede eludir.
Scorsese y De Niro buscaron a Paul Schrader, el genial e inquietante guionista de Taxi Driver, que organizó y pulió el guión. Todo estaba preparado para rodar, aunque United Artists desconfiase de la oportunidad del proyecto, más aún cuando sus directivos supieron que iba a ser filmada en blanco y negro.
Toro salvaje es un gancho directo contra –además de los costados sudorosos de La Motta o sus adversarios– el compulsivo comportamiento humano. Aunque puedan encontrarse miles de detalles geniales durante el metraje, no se hallarán justificaciones ni alegatos morales: ni una sola sugerencia para empatizar con La Motta y sus violentos y obsesivos ataques de celos descritos en angustiosas secuencias a cámara lenta; si acaso, un retrato compasivo por el hombre acabado. Un desolado contraste entre el triunfo social por no morder la lona frente a Sugar Ray y el desprecio al tumbar a golpes a su familia y a su propia vida.
Quizá el director nos permite intuir que Jake La Motta pueda ser simplemente un paleto, un desorientado en el teatrillo que otros inventaron para escenificar el sueño americano. Un ganador en el ring, incómodo consigo mismo fuera del cuadrilátero e incapaz de iluminar con los focos del éxito sus rincones más oscuros. No en todas las esquinas de la vida, el respeto y la dignidad se consiguen a golpes.
Scorsese fue lúcidamente excesivo en las escenas de combate y austero al rodar la vida personal y familiar del púgil. Una íntima redención donde se filman los golpes en primera persona –como si los mereciera él mismo–, con un montaje cuidado y un sonido espectacular en cada bofetada. De Niro pasó 18 meses poniéndose en forma para dar el tipo. Poco después tuvo que engordar 30 kilos para encarnar al La Motta de las últimas secuencias, que acaba en garitos de tercera recitando versos de Shakespeare para borrachos de poca monta. Pero también ganó un Oscar, y que su interpretación fuese considerada como una de las diez mejores de la historia del cine.
Es obvio que Scorsese superó su crisis de 1979, sabemos que Toro Salvaje le sirvió. El director afirma que después de rodar la película, un buen día se levantó y descubrió que simplemente había sobrevivido. Sin heroicidades. Cuando Toro salvaje se estrenó, la revista Variety dijo que: “Martin Scorsese hace películas sobre tipos de gente que no querrías conocer”. Bien por Martin.