El Pentateuco de Isaac, de Angel Wagenstein, ha sido mi recomendación de hoy en el programa de radio Málaga en la Onda, 2ª edición, de Mercedes Lara (Onda Cero).

Angel Wagenstein, finalista por esta novela de los premios Cálamo en 2008 (año en el que se publica en España) y del premio Libro del Año en 2009, nos informa rápidamente del argumento de la historia en el subtítulo de la obra:

Sobre la vida de Isaac Jacob Blumenfeld durante dos guerras, en tres campos de concentración y en cinco patrias.

Su epígrafe nos aclara la intención de crítica que alberga:

Si Dios tuviera ventanas, hace tiempo que le habrían roto los cristales.

Este primer acercamiento a El Pentateuco de Isaac podría hacernos creer que nos encontramos ante un dramón. Sin embargo, el humor y la ironía riegan continuamente la historia de Isaac a más de 120 pulsaciones por minuto. Eso y la habilidad del protagonista para hacerse el tonto construyen una obra que, sobre un fondo trágico incuestionable, antepone una desdramatizadora capacidad de supervivencia y una manera sabia de trascender.

Durante las primeras páginas de la novela, tal vez asalte al lector una duda: ¿el narrador protagonista es sólo un contador de chistes? No tardaremos mucho en descubrir que estamos ante mucho más, que el humor que surge de la misma historia es más potente que los chistes que la entreveran, y que esos chistes son sustitutos mundanos de las parábolas bíblicas en esta vida-pentateuco de un personaje tan singular como entrañable.

Fragmento de El Pentateuco de Isaac, de Angel Wagenstein

Yo creía que el final de una guerra se parecía al final del bachillerato: le dan a uno el título y ¡hale!, a arrojar el sombrero al aire, a emborracharse como un cosaco con los compañeros, y después de vomitar en el baño, a tirarse de cabeza al proceloso mar de la vida. Al menos eso creía yo. Resultó que era parecido, pero sólo en parte. Uno le da la espalda a la guerra, normalmente con malas notas en historia y geografía, y enseguida le inculcan la idea de que tiene que mejorarlas en el próximo conflicto bélico que ya está asomando a la vuelta de la esquina. La esperada tregua está lejos de ser el inicio de una paz duradera. ¡Oh, no! Se trata sólo de unas breves vacaciones entre dos alegres y emotivos ejercicios de ensartar a los enemigos por las tripas con las bayonetas, de excavar trincheras; de hacer volar por los aires a personas y objetos; de atacar y contraatacar; de incendiar pueblos ajenos y de ahorcar a espías y desertores, mientras los chicos de la otra clase realizan las mismas hazañas, pero en sentido contrario.

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