John Steinbeck:

Cada individuo lleva en sí un sueño,
que la sociedad hace naufragar

La semana pasada, en el programa de radio Málaga en la Onda, 2ª edición, de Mercedes Lara (Onda Cero), recomendé una novela de iniciación en la que un joven llamado Isaac maduraba entre las dos guerras mundiales. Esta idea del relato iniciático y las predilecciones navideñas por la infancia y la familia, me han llevado a seguir indagando en este tipo de historias. Y no he tardado mucho en recordar El pony coloradouna emocionante obra de John Steinbeck, que también estaba haciendo un viaje iniciático en busca de su voz narrativa cuando la escribió. Lo que descubrió como autor en las historias de este libro acabó llevándole a la publicación de un buen puñado de obras maestras.

Sin embargo, El pony colorado no es muy conocida, y merece serlo. Se trata de cuatro cuentos publicados entre 1933 y 1934 e inspirados en la infancia de John Steinbeck en su tierra natal, un rancho en el Valle de Salinas. Estos cuentos funcionan perfectamente por separado, pero reunidos nos proponen además un recorrido por una etapa vital de su protagonista, Jody, un niño de diez años a quien un pony regalado por su padre hará que conozca la responsabilidad de ser adulto y las implacables leyes de la naturaleza.

Al leer este conjunto de cuentos protagonizados por Jody tendremos la acertada sensación de estar ante una novela corta. Sus cien páginas nos regalarán una entrañable tarde de lectura gracias a una prosa que sabe fijarse en los detalles reveladores para trasladarnos desde ellos toda la carga emocional de la historia.

Fragmento de El pony colorado, de John Steinbeck:

Un pony colorado le miraba desde el pesebre. Sus tiesas orejas estaban desplegadas y en sus ojos brillaba una luz de desobediencia. Su pelaje era áspero y espeso como el pelo de un terrier y la crin era larga y estaba muy enredada. La garganta de Jody se secó y se le cortó el aliento.

—Necesita un buen cepillado —dijo su padre—, y si alguna vez me entero de que no le das de comer o que le dejas el pesebre sucio, lo mandaré de vuelta en un minuto.

Jody ya no soportaba mirar los ojos del pony. Bajó la mirada hacia sus propias manos durante un momento, y preguntó con inmensa timidez:

—¿Es mío?

 

Discurso de aceptación del Nobel de Literatura en 1962