Cuando Héctor Abad Faciolince decide escribir El olvido que seremos se adentra en una sustancia narrativa difícil de tratar, pero que puede transmitirnos con la mayor veracidad una experiencia de vida. Me refiero a las memorias, un género controvertido para cualquier autor, que puede devenir fácilmente en fiasco cuando no se trabaja con honestidad, pero del que este escritor sale victorioso gracias a su valentía y calidad literaria.

Héctor Abad Facionlince afronta en este libro el relato de su infancia y juventud, marcadas por la felicidad de un entorno amoroso y estimulante pero también por dos sucesos muy dramáticos, y lo hace en parte como un ejercicio autobiográfico de construcción de la personalidad, pero atendiendo sobre todo a los miembros de su familia y a la realidad social de la época.

Este itinerario vital nos permite comprender y cuestionar las diversas formas de entender el mundo que, aunque contradictorias, confluyen en el protagonista, quien no rehuye la reflexión y argumenta con solidez tanto su posicionamiento como los de otros personajes cruciales de la historia.

Se trata de una obra cuya lectura proporciona grandes dosis de divertimento y emoción, así como un par de invitaciones muy necesarias: luchar contra el olvido y repensarnos.

Recomendado el 25/2/2016 en Onda Cero, en el programa de Mercedes Lara, Málaga en la Onda.

El olvido que seremos

Héctor Abad Faciolince

Primera publicación en 2006, 23 ediciones hasta la fecha.
270 páginas.

Un día tuve que escoger entre Dios y mi papá, y escogí a mi papá. Fue la primera discusión teológica de mi vida y la tuve con la hermanita Josefa, la monja que nos cuidaba a Sol y a mí, los hermanos menores. Si cierro los ojos puedo oír su voz recia, gruesa, enfrentada a mi voz infantil. Era una mañana luminosa y estábamos en el patio, al sol, mirando los colibríes que venían a hacer el recorrido de las flores. De un momento a otro la hermanita me dijo:
―Su papá se va a ir para el Infierno.
―¿Por qué? ―le pregunté yo.
―Porque no va a misa.
―¿Y yo?
―Usted va a irse para el Cielo, porque reza todas las noches conmigo.
Por las noches, mientras ella se cambiaba detrás del biombo de los unicornios, rezábamos padrenuestros y avemarías. (…) Yo, que entiendo las cosas bien , pero despacio, había estado imaginándome todo el día en el Cielo sin mi papá (me asomaba desde una ventana del Paraíso y lo veía a él allá abajo, pidiendo auxilio mientras se quemaba en las llamas del Infierno), y esa noche, cuando ella empezó a entonar las oraciones detrás del biombo de los unicornios, le dije:
―No voy a volver a rezar.
―¿Ah, no? ―me retó ella.
―No. Yo ya no me quiero ir para el Cielo. A mí no me gusta el Cielo sin mi papá. Prefiero irme para el Infierno con él.

El autor habla de El olvido que seremos en esta entrevista:

Y también puede resultar interesante una visita a la web del autor.